LA AMOROSA POÉTICA COMPROMETIDA DE EFRAÍN HUERTA

LA AMOROSA POÉTICA COMPROMETIDA DE EFRAÍN HUERTA

Por Zenaido Velázquez Fuentes

La poesía estuvo siempre comprometida
hasta que en el siglo pasado algunos gran-
des hechiceros la comprometieron sólo con
la poesía.

(José Emilio Pacheco)

Pensamos y sentimos que Efraín es,
entre los poetas mexicanos de nuestro
tiempo, el más preocupado y compro-
metido con los problemas que acucian,
día con día, a nuestra especie contra-
dictoria y desconcertante.

(Juan Cervera Sanchís)

INTRODUCCIÓN.

A Efraín Huerta se le ha tratado de definir de muchas maneras, con frases como “poeta del amor”, “cantor de la libertad”, “poeta epilírico”, “poeta de la Ciudad de México”, poeta de la “rosa” y la “bala”, poeta del “absoluto amor”, etc. Más todavía, con una connotación que hasta hoy no ha quedado muy clara, se han emitido juicios de valor sobre su poesía con denominaciones como la “voz de la calle” (Octavio Paz), “poesía de política” o “social” (Agustín del Saz), poesía “desagradable”, como las pinturas de Orozco, “sin sonrisa” (Rafael Solana, parafraseado por Carlos Montemayor). Otros motes populares serían, “poeta marginal”, “poeta del relajo”, la voz de “los de abajo”, y hasta, un poeta “de élites”. Octavio Paz refiere sobre Efraín Huerta, sus “desafortunados poemas políticos”; Carlos Montemayor acusa sus “malos…poemas políticos”. La mayor parte de los comentarios de nuestra bibliografía señalan los temas y motivos de la poesía de Efraín Huerta como poesía cívica, poesía amorosa, poesía política, urbana, erótica, familiar, callejera, etc.

Las opiniones limitadas que aquí vertimos son las que se pueden deducir de los apenas cinco textos que consultamos y que aquí se mencionan. No tuvimos tiempo de ver otros documentos de crítica, directamente, por ejemplo el prólogo de Rafael Solana a la edición de Los hombres del alba, y la presentación de José Emilio Pacheco a la poesía de Efraín Huerta en Voz Viva de México, etc.

Lo que tratamos de hacer en este material es buscar las coordenadas que nos permitan situarnos en el corazón de la poesía de Efraín Huerta.

¿”POESÍA PRÁCTICA” O “SOCIEDAD POÉTICA”?

Octavio Paz, hasta los 70 aún era considerado –por lo menos en el extranjero—en el campo de la “izquierda” o del ala “progresista” de la poesía mexicana, según se desprende del prólogo a la Antología general de la poesía mexicana (siglos XVI-XX), de Agustín del Saz. Dice así de la poesía de Paz:

Su poesía, aunque influida por el surrealismo de
Francia, lleva una noble carga social de preocu-
pación por las penas humanas1 .

Esto, para recordar lo que se pensaba de este poeta en esos años, y lo que se diría de él posteriormente. Y muy ad hoc con lo que nos viene diciendo sobre crítica poética en el Prólogo a Poesía en Movimiento2 ..
En efecto, Octavio Paz pensaba de otro modo entonces; antes de lanzarse al abismo de la abstracción universal poética. Reconoce que el grupo de la revista Taller Poético, fundado por Rafael Solana, Octavio Paz y Alberto Quintero Álvarez –y al que se suman entre otros Efraín Huerta, José Cárdenas Peña, Leopoldo Zea, José Luis Martínez y Alí Chumacero-, se propuso en 1938 “unir el acto y la palabra” en torno a “reunir en una sola corriente poesía, erotismo y rebelión” (Nota de Paz en su Prólogo). Esto a propósito de su comentario a la declaración de fe del grupo de la revista La espiga amotinada –de los poetas Juan Bañuelos, Oscar Oliva, J. Augusto Sheller. Eraclio Zepeda y Jaime Labastida–, de 1960, en la que se proponen, que “el ejercicio de la poesía es inseparable del cambio de la sociedad”. Estos poetas resultaron ser más lúcidos y osados poéticamente que los del Taller, reconoce Paz.
Para cualquier duda, el propio Paz nos lleva hasta los orígenes del gran debate acerca del compromiso o no del poeta. Y así nos ilustra

Es la tradición del comienzo, el principio del principio
que ha inspirado a la poesía moderna desde el fin del
siglo XVIII: la ambición de construir una “sociedad poé-
tica” (comunista, libertaria) y una “poesía práctica” (co-
mo los ritos, los juegos y las fiestas)3 .

Es cierto que Paz pondera, cuando dice que, al grupo La espiga amotinada se le perdona que se estrellen “contra el famoso muro de la historia”, porque son poetas jóvenes. Pero Paz, bien sabe de lo que habla, pues más antes nos ha dicho:

Este regreso fue, además y sobre todo, un retorno al
verdadero origen del movimiento poético moderno4 .

y agrega que, hay una nueva tradición que

va del surrealismo, por la vía de Rimbaud, hasta los ro-
mánticos alemanes y Blake; la otra va de Marx, por el
puente de Fourier, hasta Rousseau y su complemento
contradictorio: Sade5 .

El Prólogo de David Huerta a Poesía Completa, de Efraín Huerta, también nos da pistas sobre la poesía, que para nosotros es la poesía de la “sociedad poética” como la llama Paz. En una anécdota que cuenta el propio poeta y que rememora su hijo David, se habla de la discusión que se presentó en 1949 entre Pablo Neruda, Paul Éluard y Efraín Huerta, “acerca del papel de la poesía y el arte en las sociedades modernas”. Recuerda David Huerta

Los emblemas y las armas de esa guerra literaria, polí-
tica e ideológica, eran unas cuantas nociones: estalinis-
mo, realismo socialista, arte al servicio del pueblo, poe-
sía comprometida, literatura burguesa, vanguardia (esto
ultimo, indistintamente para bien o para mal, para el de-
nuesto o el elogio)6 .

Aunque Efraín, según David, recordaba tiempo después esta controversia, como lamentándose de no “haber hablado de literatura”, sino de “política”, suponemos que lo hacía con sarcasmo, como para reírse de sí mismo, para decir que, en vez de que los escritores se pusieran a hacer literatura, se dedicaran a hablar de ella, o en lugar de recrear la poesía en particular, se debatiera sobre la teoría de la poesía.
En su ensayo Notas sobre la poesía de Efraín Huerta7 ,, Carlos Montemayor nos lleva a ver otra cara de la misma controversia teórica entre José Emilio Pacheco, la llamada “poesía política” y los “criterios de arte”:

En la presentación que José Emilio Pacheco hizo a la po-
esía de Efraín Huerta para Voz Viva de México, en 1868,
afirmó que era común creer que un poema “no es un
acto político y no vale sino en función de criterios de arte”
…Y subrayó, en función de la poesía política, que en nom-
bre de “la libertad creadora hay que defender el derecho
del poeta a escribir sobre todo aquello que le afecte8 .

Carlos Montemayor ataja la pretensión de lo apolítico diciendo que “la política abarca gran parte de todos nuestros actos y obras literarias”. Esto, refiriéndose a la política formal, pues desde que el hombre vive en la polis (y los griegos inventaron la democracia), todos sus actos tienen un sentido político –desde los antiguos atenienses y desde los aztecas–, en la inteligencia de que política es servicio (o servirse), o simplemente una relación con los demás, la sociedad. Para bien o para mal entonces, todos hacemos política. De lo que se trata aquí es, justamente, cómo se usa lo político en poesía, y al servicio y disfrute de quién está.

¿CUÁL ES EL HILO CONDUCTOR QUE RECORRE TODA LA OBRA DE EFRAÍN HUERTA?

En primer lugar, la trayectoria del mismo poeta nos da la pauta para entender su talante poético-político-ideológico. Fue durante ocho años militante de las Juventudes Comunistas del PCM; lo cual, si se quiere podría significar casi nada, pues es dudoso que el PCM fuese realmente un partido comunista; pero al menos, sus miembros fueron prosocialistas –o prosoviéticos–, que así se alineaban desde la Revolución Socialista de Octubre de 1917, y durante la Guerra fría que siguió al concluir la II Guerra Mundial.

Llegando a esta parte, tenemos que ver la importancia del contexto histórico en que fue posible la creación de la obra poética de Efraín Huerta. Son los inicios de la industrialización capitalista dependiente del imperialismo estadounidense; de la época conservadora del Estado benefactor mexicano, que comienza con Ávila Camacho y continúa con Miguel Alemán. Así llegamos a los sexenios de Ruíz Cortines y López Mateos, con los grandes movimientos obreros de fines de los 50 y principios de los 60 –ferrocarrileros, médicos y telegrafistas–. En esta etapa podríamos hallar, algo así como una faceta de poesía socialista-antiimperialista en Efraín Huerta. En ella ubicaríamos los poemas sobre los denominados países socialistas y los clasificados como “poemas cívicos” o patrióticos; una suerte de “realismo socialista” oficial que tanto detestaba Octavio Paz, debido a que él se situaba del lado opuesto del socialismo real. Estos poemas son, El mar de espigas de Kubán, Declaración de guerra, Praga, mi novia, Perros, mil veces perros, El descubrimiento de la URSS, etc.

La “poesía política” de Efraín Huerta.

Carlos Montemayor rechaza la “poesía política” de Efraín Huerta, es decir, la poesía “especialmente” política, por doctrinaria y poco realista. En cambio prefiere la poesía con contenido político no explícito, como casi toda la poesía de Huerta. Así dirime la cuestión Montemayor:

Los poemas de la ciudad de Efraín Huerta, como La
muchacha ebria o Declaración de odio, son políticos
y mejores que Las palomas sobre Varsovia, porque
en los primeros se trata de una realidad concreta, de
un grito real y profundo que se escucha en todos los
versos, y en el segundo de un estalinismo profesado,
mental, superficialmente (aunque en su alma fuese
profundo) en las palabras: éste es retórico; los otros
son poesía9 ..

Después de definir los criterios de la Poesía y saldar el asunto de que “Un poema vale por su capacidad de trascendencia universal, no sólo por su ideología política, su indignación, su amor, su lascivia o su arrebato religioso”, Montemayor insiste en que “Los poemas urbanos o de desastre de Efraín Huerta son políticamente superiores”.
En fin, Carlos Montemayor acusa a Efraín Huerta de que sus “poemas políticos” no son de búsqueda, que la retórica sustituye la autenticidad, y la doctrina a la flor de su sensibilidad. Creo que con esta opinión, Montemayor cae en tecnicismos, puesto que, a pesar de su opinión en el sentido de que la poesía antes que nada es poesía (¿la poesía por la poesía?), no todos los vocablos, no todos los versos, tienen que ser necesariamente figuras retóricas para que sea un poema. No todos los versos son bellas imágenes –tradicionales o visionarias–, según la filosofía de la estética; los puede haber con figuras verdaderas, denotativas, unívocas conviviendo con cisnes de bello plumaje. Carlos Montemayor no advierte el gran idealismo de Efraín Huerta, la profundidad de ese sentimiento poético que lo lleva a la totalidad: a pensar en una comunidad que libere al hombre alienado de todos sus padecimientos y, que para él –aunque no fuera así—era el socialismo real. (¿Acaso no se ha “perdonado” el ensayo literario perdido en el laberinto del ensayo político, de Paz, donde propone la perfección de la democracia burguesa “nacionalista revolucionaria”?)
Para el poeta Juan Cervera simplemente se trata, en estos poemas de Efraín Huerta a los que alude Montemayor, de “su voz de incendio [en donde]se matrimonian virilmente lo épico y lo lírico”; es el poeta “fustigador encolerizado” a veces, de “la verdad desnuda y frontal”.

La poesía amorosa.

De los autores que hemos citado todos coinciden en que Efraín Huerta es el poeta del amor. Carlos Montemayor sostiene “Este es quizá a lo largo de toda su obra el principio rector: el amor”. Pero ¿el “amor” a quién? ¿A sí mismo, a la mujer? Es “el amor real –prosigue Montemayor-, imperfectamente humano, amplio y contradictorio para odiar, temer, enfurecerse, recordar, olvidar, negar, mientras ama”. ¿A quién y por qué odia el poeta? ¿A quién o a qué teme y lo enfurece? ¿Qué clase de amor es el suyo?

Su hijo, el también poeta David Huerta, cree que Efraín es el poeta del amor: “con todo, tengo para mi que Efraín Huerta es esencialmente un poeta del amor…del Absoluto amor”. Y aunque en él no hay señalamiento de “un elemento rector”, sí nos dice de “su formidable diversidad…su variedad irresistible”; y nos devela qué es lo que ama y odia, cómo ama el poeta, su padre, y nos proporciona las claves para entenderlo:

Amaba a su país, amaba la literatura, amaba la
femineidad, amaba a su familia, amaba las causas
justas de la libertad y el respeto10 .

Ciertamente en la relación amorosa con la mujer se experimenta “el despecho”, “el desdén”…En Los ruidos del alba, concluye: “El amor es la piedad que nos tenemos”. El amor de Efraín no es pues, un amor egoísta –ni siquiera el de la pareja–, aislado del mundo material, de los demás. Es como un solo, inseparable gran amor a sí mismo, a la mujer y al mundo. Juan Cervera lo expresa así:

Con Huerta uno cree en la vida y en el destino de la
vida nunca jamás como sometimiento. La vida como
un acto generoso de amor11 .

Más adelante agrega Cervera

Rotundo, sí, rotundo es el amor en la poesía de
Efraín Huerta. Nada de almíbares. Pero eso, ay,
eso sí: el amor siempre está ahí, aunque de re—
pente pueda llamarse odio, porque si Huerta lle-
ga a odiar algo es en todo momento por amor12 .

La poesía urbana.

Lo que odia el poeta –en Declaración de odio—es lo feo de la gran ciudad13 en que se estaba convirtiendo la ciudad de México, en plena industrialización a mediados de los 40: “Esta ciudad de ceniza y tezontle cada vez menos puro, de acero, sangre y apagado sudor”. Una ciudad que crece anárquicamente, deforme alrededor de los grandes centros industriales, con barracas, cinturones de miseria, junto y no tan junto a los barrios de la gente bonita burguesa y pequeñoburguesa; y que siguió creciendo hasta convertirse en la capital de la nación. Junto al desarrollo del capitalismo urbano, caótico, crece en “las traidoras calles”, en “las habitaciones turbias”, la escoria que produce, desempleados, prostitución, miseria y la melancolía de los poetas”(“te declaramos nuestro odio, magnífica ciudad/A ti, a tus tristes y vulgarísimos burgueses”). Dice Carlos Montemayor:

El poema Los hombres del alba parte de la escoria,
de la basura de las calles como del detritus de los
hombres: el alba es el combate pero, el infierno
del que se elevan las ciudades y los días13 .

de esos días “en que no hay más caminos/que un prolongado silencio/o una definitiva rebelión”.

POESÍA COMUNITARIA, COMPROMETIDA.

En este breve y somero recorrido por los temas y motivos de Efraín Huerta, el amor, la política y la ciudad, hemos visto que, es verdad, el motor que mueve la vida del poeta es el amor, pero un amor comunitario, como hermandad (“El ser humano es su Norte y su Sur, su Este y Oeste”, dice Cervera), como solidaridad con los más vulnerables, pero sobre todo, ese amor como perspectiva de inconformidad, rebeldía (“revolucionario a veces, siempre desesperado”, señala del Saz), ante el sufrimiento provocado por una sociedad opresora, el capitalismo (“todo el día, todos los días un hombre inicia un paso hacia la libertad”). Agustín del Saz lo caracteriza muy bien:

Pero si en esto estriba su originalidad, también ha
de observarse que su espíritu, así se muestre nu—
trido de violencia, se sustenta en un amor por sus
semejantes que impregna toda su poesía14 .

Igualmente lo describe Cervera Sanchís

Comparte y comparte Efraín, ya que lo suyo ha
sido y es compartir…está de par en par abierto y
entregado y dándose a manos llenas15 . .

Pienso que esto define a una poesía comprometida, en una realidad histórico-social concreta: la solidaridad humana ante las consecuencias de la expoliación; el ubicarse el poeta del lado del hombre-masa productor misérrimo y, como en el caso de Huerta, contar con una propuesta de cambio social. ¡Qué más universalidad que esta! La universalidad no es hablar de cosas bellas abstractas, ni el situarse como poeta por encima de lo terreno, del mundo, contrapuesto o indiferente a la comunidad de los hombres y su problemática fundamental: la gran alienación que significa un régimen social de clases. Ser universal no es hacerse ajeno al dolor humano y de sus causas. Ser universal no es callarse y hablar sólo de la belleza de la rosa en todos los idiomas y culturas, en un tiempo y un espacio inexistentes.

Seguramente a Octavio Paz, a quién le parecía “admirable escupitajo” (expresiones “no poéticas”), letras como “anda, putilla del rubor helado, anda, vámonos al diablo”, de José Gorostiza, le debió sugerir “vómito formidable”, expresiones como “Dulcemente a solas me miento la madre/porque yo sí procuré, procuro algo/canceroso procurador/-hígado roto, señores de cemento-/procurador de la miseria y de los muertos/ muerto vivo, poeta funeral”16

NOTAS:

1.—Del Saz, Agustín, Estudio preliminar a Antología general de la poesía mexicana (siglos XVI-XX), Ed. Bruguera, 1972, Barcelona, p. 26.
2.– Paz, Octavio, Prólogo a Poesía en movimiento, Siglo XXI, 1966, México.
3.– . Ob. cit., p. 28-29.
4.– Idem, p. 28.
5.—Id. P. 28
6.– Prólogo de David Huerta a Poesía completa de Efraín Huerta, FCE, 1995, México, p. xv.
7.—Montemayor, Carlos, Notas sobre la poesía de Efraín Huerta, ver en www.uam.mx/difusion/casadeltiempo/80_sep_2005/62_68.pdf
8.—Ob. cit., p. 6.
9.—Idem.
10.- Huerta, David, ob. Cit. p. xiii.
11.- Cervera, Juan, Efraín Huerta, el Gran Cocodrilo, su humanidad, su poesía, ver en chobojos.zoomblog.com/archivo/2011/02/19/efrain-Huerta-el-Gran-Cocodrilo-su-hum.html
12.- Ob. cit.
13.- Montemayor, Carlos, ob. cit.
14.- Del Saz, Agustín, ob. cit. p. 240.
15.- Cervera, Juan, ob. cit.
16.- Huerta, Efraín, A mis amigos y compañeros del IPN, poema con motivo de la masacre del 10 de junio de 1971.

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