EL MINISTRO DE RELACIONES EXTERIORES DE CUBA, BRUNO RODRÍGUEZ PARRILLA, EN LA XIX CUMBRE IBEROAMERICANA, ESTORIL, PORTUGAL

DISCURSO DEL MINISTRO DE RELACIONES EXTERIORES DE CUBA, BRUNO
RODRÍGUEZ PARRILLA, EN LA XIX CUMBRE IBEROAMERICANA, ESTORIL,
PORTUGAL, 30 DE NOVIEMBRE DEL 2009

Excelentísimo Señor Aníbal Cavaco Silva, Presidente de la República Portuguesa:

Excelentísimo Señor José Sócrates Carvalho Pinto de Sousa, Primer Ministro:

Majestad:

Excelencias:

Quisiera trasladarle a usted, a los distinguidos Jefes de Estado y de
Gobierno, y a los Jefes de Delegaciones que nos acompañan un saludo
afectuoso del Presidente Raúl Castro Ruz, así como un mensaje de
amistad y de solidaridad del pueblo de Cuba.

Deseo expresar también nuestro reconocimiento al Gobierno de Portugal
y al pueblo de este hermoso país, por la simpatía y la hospitalidad
con que nos han acogido a todos.

El tema que ocupa nuestra atención en esta Conferencia Cumbre refleja,
como pocos, los dilemas del desarrollo y expresa con nitidez y crudeza
las inmensas desproporciones entre las naciones subdesarrolladas, con
índices de hambre y pobreza que crecen al calor de la secuencia de
crisis que hoy las azotan, y las sociedades industrializadas, en las
que el irracional despilfarro y consumismo siguen siendo una constante.

La innovación y el conocimiento plantean oportunidades para promover
el desarrollo, para impulsar el crecimiento económico, para reducir la
inequidad, para curar las enfermedades curables y encontrar solución a
las hoy incurables, para mejorar las condiciones de vida de miles de
millones de seres humanos, para darle oportunidad a los
discapacitados, para erradicar el hambre del mundo, para conseguir la
justicia y para proteger al planeta del efecto depredador de nuestra
propia acción.

Pero también pueden usarse para promover la exclusión, privar a los
más pobres de la tecnología y el adelanto, perpetuar en la miseria a
miles de millones de personas, contribuir al acaparamiento y la
exclusividad del conocimiento, concentrar el dominio de las fuentes y
recursos para la producción de alimentos y explotar más intensamente
los recursos agotables del planeta.  Sirven, además, para crear las
armas con las que se podría destruir el mundo en que vivimos y también
para agotar al planeta y aniquilar a todo lo que en él habita.

José Saramago, hijo de esta tierra fértil y premio Nóbel de
Literatura, representó tal dilema con una pregunta desafiante: “¿Qué
clase de mundo es éste que puede mandar máquinas a Marte y no hace
nada para detener el asesinato de un ser humano?”

La innovación y el conocimiento no son categorías neutrales
independientes de la voluntad de los seres humanos, y las impactantes
realidades del mundo en que vivimos no pueden ser ignoradas.

Existe una inobjetable brecha digital y del conocimiento. La actividad
científica y de innovación está altamente desbalanceada. Cada año se
publican dos millones de artículos científicos, se depositan un millón
de patentes y hay más de mil millones de usuarios de Internet. Pero el
85 por ciento de las publicaciones, el 90 por ciento de las patentes y
el 75 por ciento de los usuarios de Internet corresponden a los países
industrializados. En la actualidad, 700 empresas dan cuenta de la
mitad del gasto mundial y de dos tercios de la inversión privada en
investigación y desarrollo. El 80 por ciento de este grupo de firmas
pertenece a cinco países industrializados, mientras que sólo el uno
por ciento proviene de países subdesarrollados.

Hoy, en lugar de “robo de cerebros”, se trata de acuñar el término
“libre circulación de cerebros”, eufemismo que enmascara la emigración
masiva hacia el Primer Mundo de graduados universitarios y
profesionales de alta calificación que nunca retornan a sus países de
origen. O sea, no sólo se trata de que se produce el acaparamiento y
la exclusividad del conocimiento, sino de que operan las viejas y
nuevas formas de expropiación del conocimiento de los países
subdesarrollados por parte del mundo industrializado, de las que el
“robo de cerebros” constituye una clara manifestación y una práctica
muy rentable de apropiarse de mano de obra calificada a un bajo costo.

Como consecuencia de este fenómeno, según datos de la CEPAL, los
países de la América Latina y el Caribe disponen sólo de 146,000
investigadores, que representan apenas el 3,5 por ciento del total de
científicos del planeta, valor inferior al promedio mundial. América
Latina y el Caribe tienen 3 veces menos investigadores que Japón, 6
veces menos que los Estados Unidos y un cuarto del personal de
investigación y desarrollo de Europa, y 4 veces menos que China.
Solamente Estados Unidos y Canadá disponen del 25 por ciento de los
investigadores del mundo. Las cifras son dramáticas. Se calcula que de
1961 a 2002, un millón 200 mil personas altamente calificadas de la
América Latina y el Caribe emigraron a Estados Unidos, Canadá y el
Reino Unido, lo que le ha costado a los países de la región más de 30
mil millones de dólares, según cálculos conservadores.

El Banco Interamericano de Desarrollo informó recientemente que, en
América Latina, unos 54 millones de adolescentes no tienen acceso a la
escuela o cursan la enseñanza primaria en instituciones de mala calidad.

Señor Presidente:

Desde hace 50 años, en Cuba la educación para todos los niños,
adolescentes, jóvenes y adultos, es un derecho humano garantizado por
nuestro gobierno.

Cuba ha identificado a la innovación y el conocimiento como factores
centrales del proceso de desarrollo, como piezas clave de los
objetivos de justicia social y como estímulos al progreso de la
población en su conjunto.  Han sido también componentes sustanciales
del logro de nuestra verdadera independencia, tanto en el ámbito
político como en el económico y el cultural.

Cuba cuenta hoy con una infraestructura de más de 200 centros y áreas
investigativas, tecnológicas y de innovación, de los cuales 115 son
grandes centros de investigación, desarrollo y comercialización. El
país dedica el uno por ciento de su PIB a la ciencia y tecnología y
contamos con 15 científicos e ingenieros por cada 10 mil habitantes.
Hoy tenemos un graduado universitario por cada 10 habitantes y, dentro
de dos años, en las más de 60 universidades cubanas, se alcanzará el
millón de graduados en la enseñanza superior.  En el importante campo
de la conservación y cuidado del medio ambiente, Cuba es considerada,
por su huella ecológica, como uno de los contados países con un
desarrollo sostenible, compatible con la preservación de la naturaleza.

En el campo de las nuevas tecnologías de la información y las
comunicaciones, hemos invertido en la formación de recursos humanos,
con la creación de centros de excelencia, como la Universidad de
Ciencias Informáticas.  En este moderno complejo, junto a las
facultades ya existentes en todo el país dedicadas a ingeniería,
cibernética, matemática, pedagogía y tecnologías de la salud, se
forman especialistas en más de 10 profesiones de alto nivel para la
aplicación de las ciencias informáticas.

Las tecnologías aplicadas a la salud, la ingeniería genética y la
biotecnología en su conjunto, son áreas de demostrado éxito para la
ciencia y la innovación en Cuba. Su impacto en la población se
demuestra, entre otros, en la expectativa de vida, que alcanza niveles
comparables con los países más desarrollados.

Hoy, el país se adentra paulatinamente en el campo de la
nanotecnología por sus múltiples aplicaciones potenciales,
especialmente en la salud. Lo que Cuba ha alcanzado en este frente es
un testimonio del importante lugar que merecen entre las prioridades
de nuestro gobierno la formación de recursos humanos y la inversión en
la ciencia, y constituye una conquista incuestionable, si se
considera, además, que se logra en las condiciones de un país
subdesarrollado, sometido a la más persistente hostilidad de los
Estados Unidos de América y al más brutal bloqueo económico que haya
conocido nación alguna.

Señor Presidente:

Nuestro país comparte plenamente la afirmación de que la innovación y
el conocimiento son instrumentos fundamentales para erradicar la
pobreza, combatir el hambre y mejorar la salud de nuestras
poblaciones, como se afirma en los documentos que nos proponemos
aprobar. También sostiene el criterio de que éstas no son categorías
que puedan tratarse con un enfoque mercantilista, en búsqueda de
mezquinas ganancias, ni con el estrecho propósito de obtener ventajas
comerciales y mejorar la competitividad económica.

El empeño iberoamericano de otorgar prioridad a la innovación, poco
logrará si descuidamos el compromiso con la justicia social y nos
rendimos ante el dictado del mercado, del monopolio de las patentes,
de las restricciones de la propiedad intelectual y de los intereses de
las grandes corporaciones transnacionales que concentran cada vez más
el dominio del conocimiento, de sus fuentes de desarrollo y de sus
medios de transmisión.

Nuestro avance será escaso si no se facilita la transferencia de
tecnología hacia los países en desarrollo y si la gran mayoría de las
naciones iberoamericanas sigue siendo víctima de un orden económico
internacional injusto e inoperante.

La innovación y el conocimiento han de disfrutar de la cooperación
entre nuestras naciones, y han de compartirse con un sentido solidario
y responsable.  Sólo pueden promoverse exitosamente con un papel
activo y consciente de los Estados nacionales, con un involucramiento
vigoroso de los gobiernos y una participación masiva de la población.
Sólo ciudadanos educados, cultos y con dominio de la ciencia y la
tecnología, llevarán a nuestras sociedades hacia un desarrollo
sostenible y justo. Es el orden económico internacional, excluyente y
expoliador y no la cultura ni la idiosincrasia latinoamericana, de la
que me siento orgulloso, el que constituye un obstáculo estructural e
inevitable para avanzar en estos propósitos.

La innovación y el conocimiento requieren, además, de un clima de paz
y de seguridad.  En pleno siglo XXI, el Gobierno de los Estados Unidos
de América amenaza a los pueblos latinoamericanos con el desarrollo de
una doctrina militar agresiva, la reactivación de la IV Flota y con el
establecimiento de bases militares, cuyo propósito es la dominación y
la intervención,  es  acercar el poderío militar estadounidense a las
ricas fuentes de materias primas y recursos energéticos que posee la
región. Constituyen una ofensa a la dignidad de “Nuestra América”, y
una amenaza a la paz, la estabilidad y la soberanía. Apuntan no sólo
contra la hermana República Bolivariana de Venezuela, que tiene todo
el derecho de defenderse, sino contra todos los Estados de la región.

América Latina y el Caribe debe ser territorio libre de bases
militares extranjeras.  Cuba, país que ha sufrido y sufre en carne
propia la persistente hostilidad de los Estados Unidos de América,
reclama el cierra de la Base de Guantánamo, del campo de tortura allí
instalado y la devolución del territorio que usurpan a nuestro país.

En Honduras se ha instalado, mediante un golpe militar, con la
instigación y el apoyo de los Estados Unidos, una dictadura. Reconocer
el gobierno espurio que de estas elecciones ilegitimas emerja,
traicionaría los principios de paz, democracia y justicia que se
proclaman, y así debería manifestarse esta Cumbre. Tenemos la profunda
convicción de que el pueblo hondureño, con su lucha, dirá la última palabra.

América Latina y el Caribe debe ser también territorio libre del
terrorismo. Cuba, que ha sido durante medio siglo víctima de dicho
flagelo desde el territorio de los Estados Unidos, reclama la
liberación de cinco luchadores antiterroristas cubanos presos
injustamente en cárceles norteamericanas, por tratar de impedir, con
sus actos, que el terrorismo contra su Patria cobre nuevas vidas
cubanas e incluso norteamericanas.

América Latina y el Caribe reclama también el derecho de sus pueblos a
vivir en paz y a construir un futuro de justicia, en el que la
innovación y el conocimiento sean fuente de virtud, no instrumentos de guerra.

Esperamos que nuestra meditación conjunta sobre estos temas, nuestra
valoración serena de la realidad en que vivimos y una acción resuelta,
contribuya al desarrollo equilibrado y sostenible de nuestros pueblos,
a facilitar el camino del conocimiento, la ciencia, la tecnología y la
innovación; y nos permita defender el derecho a la paz y a la justicia.

Muchas gracias.

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