ORGANIZACIÓN Y TRANSFORMACION SOCIAL (*)
Por José Luís Hernández Jiménez
Buenas tardes
De antemano reconozco a la Comisión de Educación de la Coordinadora del MTS que haya abierto este espacio para reflexionar y, en particular, agradezco esta oportunidad, para hacerlo sobre un tema trascendente: la Organización y la Transformación Social.
Parece un tema sencillo pero no. Lo parece porque, desde la izquierda se han ensayado muchas formas que en teoría deben promover el avance del país, a través de la Organización. Células, Comités de Base, Comités Políticos, Clubes, Consejos de todo lo que se nos ocurra, Coordinadoras, Frentes, Movimientos y otras formas organizativas más, se han ideado, promovido y desarrollado a lo largo de la historia.
Igual, la sociedad, desde el punto de vista institucional, ha contado con un sinnúmero de formas organizativas amplias y restringidas, de todo tipo. Sindicatos, Ligas, Asociaciones, Centrales, Cooperativas, Federaciones, Confederaciones, Partidos y un largo etcétera, han existido, existen y existirán. Y está bien. Todas ellas juegan y seguirán jugando un papel importante, unas más que otras, en la transformación social del país. Y en este sentido es positivo que se sigan promoviendo en donde haya las condiciones para ello.
Pero igual ha sucedido con muchas cosas que se han hecho en este país. No han sido suficientes para hacer el trabajo al cien por ciento. Tan solo por la cantidad de gente que está organizada. Me atrevo a decir, por ejemplo, que la mayor parte de la población mexicana nunca ha estado organizada. Porque además, miles de los “organizados” – ahí están muchos de quienes pertenecen a sindicatos -, ni siquiera saben que lo están. Si el pueblo mexicano estuviera organizado, otro gallo nos cantaría.
Entonces, echando a volar nuestra imaginación, podríamos idear, crear, inventar otras formas organizativas que sean más útiles para transformar al país en uno mejor.
Aunque, pensándole un poco más, tal vez el problema no esté en la forma organizativa sino en su contenido, en su orientación. Porque, viendo un poco al pasado, uno se da cuenta que las grandes organizaciones creadas, por ejemplo, durante el cardenismo, fueron útiles para dos cosas, para movilizar y para votar. Si le echamos un ojo al presente, vemos que, en general, las organizaciones que se siguen creando sirven para lo mismo, para movilizar y para votar. Pero ¿para eso es una organización? Sí, pero también puede servir para algo más; para transformar, por ejemplo. Para transformar al individuo y para transformar la sociedad.
Y esto – transformar – creo no ha estado dentro de los objetivos esenciales, prioritarios, de las organizaciones. Por eso digo que el problema, quizá, no esté en la forma sino en su orientación. Entonces está bien que la organización sea para movilizar y para votar, no se los quito, pero sobre todo la organización debe ser útil para TRANSFORMAR. Ahora, transformar ¿en qué sentido? Y aquí viene lo interesante. ¿Qué sentido hay que dar a las organizaciones para que transformen? Porque hasta ahora las organizaciones han movilizado y han enseñado a votar – pero de marchas, muchos ya están hasta la madre y muchos siguen dudando que el voto se espete y al rato vamos a estar como los jóvenes de España, en contra de todo – a sus integrantes pero la transformación real, creo, sigue esperando.
En mi opinión – y permítanme que insista en uno de los aspectos que me parece mas importante en la actualidad -, lo que ahora procede, para promover la transformación, y además, lo mas practico, es que las organizaciones incluyan entre sus propósitos esenciales, la Construcción de Ciudadanía; es decir, hay que crear Ciudadanos, así con mayúsculas. ¿Por qué? Porque insito con mi premisa, en México, no hay ciudadanos. Este es otro de nuestros grandes rezagos como país y origen de un montón de problemas grandes, medianos y pequeños.
Y no me refiero al concepto plasmado en el artículo 34 constitucional que dice que son ciudadanos los nacionales que tengan 18 años y un modo honesto de vivir. Con ello se entiende que ellos, ya están aptos para votar y ser votados, o sea, para participar en política. De estos hay muchos más, quizá 80 millones, que disfrutan o sufren según les vaya, de nuestra democracia electoral. Pero esto, lo dice la experiencia, no alcanza para resolver los grandes problemas nacionales. Por eso no, no me refiero a su significado constitucional o legal. Al hablar de ciudadanos, me refiero a su significado mas restringido. Aquel que podría interpretarse, como desde un punto de vista sociológico, como parte de un proceso evolutivo. Es decir, en el antepasado hubo esclavos; en el pasado, hubo vasallos; en el presente debiera haber ciudadanos.
Los esclavos no tienen derechos, ninguno. Además tienen dueño, propietario o amo. Los vasallos tienen algunos derechos, pero aceptan depender de otro al que creen superior, el señor feudal, el caudillo, el líder. Los ciudadanos ni tiene propietarios, ni dependen de otro superior y si en cambio saben que tienen todos los derechos pero también obligaciones en igualdad de circunstancias que sus congéneres.
En México, en mi modesta opinión, coexisten las tres etapas. La primera, un poquito; mucho más, la segunda; y empieza a nacer la tercera.
Ejemplo: es común escuchar a líderes del mundo político, hablar de “su gente”. “Tengo mi gente” dicen, con esa connotación de propiedad. Otro: el actual sindicalismo también tiene esa marca. Porque en la realidad no hay libertad sindical. Se nota hasta en el cobro de cuotas de los sindicatos que agrupan a los trabajadores del GDF que, se dice, es un gobierno de izquierda, progresista, de vanguardia: las cuotas sindicales se descuentan por nómina al trabajador y ellas se le entregan a los sindicatos, cuando deberían ser los trabajadores los que entregaran voluntaria y libremente, sus cuotas.
Es mucho más generalizada la existencia de la segunda etapa, la de los vasallos: Por ejemplo, el mexicano común participa de la elección de su diputado, pero nunca le pide cuentas. ¿Qué hizo su diputado, legisló, votó a favor o en contra, informó de lo que hizo? No lo sabe. O, dicho mexicano común, participa en la elección de su representante social o dirigente y, en los hechos, “para no meterse en problemas”, lo deja hacer y deshacer. O al Presidente, al Gobernador, al que cree superior porque aparece arriba, más que respetarlo, lo venera, quiere tomarse una foto con él, quisiera ofrecerle una comidita, porque depende o cree depender de ese ser “superior”.
Y la tercera etapa, la de los ciudadanos, prácticamente apenas está naciendo; tiene pocos lustros de vida. Ciudadano es la persona o personas, que por si misma, sin que se lo ordenen, participa, se informa, exige, emplaza, defiende sus derechos, tiende a cumplir con sus obligaciones. Pero de éstos, aún somos franca minoría. La inmensa mayoría está o se encuentra, en la segunda etapa, la del vasallaje. Por eso, creo, nuestra democracia, está en pañales. Por eso, este régimen de Partidos, que debiera ser la joya de nuestra democracia, apenas ha permitido dar el pequeño salto de un régimen Presidencial, es decir, caudillesco, a una especie de partidocracia. Por eso, la generalidad de la población está esperando soluciones mágicas, milagrosas, que vengan de arriba, del gobierno, del Presidente, del líder, del caudillo, sin ser conciente que muchas grandes soluciones están en sus manos.
Este fenómeno también se refleja, creo, en la educación superior: cuando los estudiantes obtienen su titulo, salen preparados, con la idea y disposición, de ir a pedir empleo. Cuando lo que debieran es estar preparados para ir a crear u ofrecer empleos.
Los Partidos y las Asociaciones Políticas, como instituciones de interés público, tienen la tarea legal, de crear ciudadanía, pero no la cumplen, pues cayeron en un proceso perverso porque, en su dinámica interna, provocada por vacíos en la ley, predominan intereses de grupo y hasta personales, sobre los colectivos o institucionales.
Por eso esta tarea, construir ciudadanía, debe ser una tarea asumida como propia y prioritaria, por todas las organizaciones. Esta es una tarea sencilla, nada compleja, pero que exige paciencia, constancia, disciplina y sobre todo, visión de futuro.
Para empezar, a la población se le deberían enseñar las garantías individuales y sociales que marca la Constitución; Mucho ayudaría en el mismo sentido, si las organizaciones cumplen cabalmente con sus normas internas; Igualmente abonaría en el mismo sentido desarrollar otro tipo de practicas, cual nuevas culturas. Por ejemplo, cuidar el agua, no estacionarse en doble fila, pagar puntualmente los impuestos, derechos y contribuciones, aplicar marcaje personal a nuestros diputados y a los gobernantes, participar activamente, en nuestra comunidad mas inmediata, para la solución de la problemática cotidiana, conocer los planes de gobierno, enterarse de los presupuestos aprobados, cumplir a cabalidad con lo que nos comprometemos, pedir cuentas a nuestros líderes o dirigentes, etc., etc. Estaríamos formando personas sensibles, concientes, politizadas, organizadas cívica y políticamente, responsables de sus actos. Y, en resumidas cuentas, serían personas dispuestas a acatar la ley, a acoplarse al estado de derecho, sin reclamar privilegios para nadie.
Actualmente, en México, está tan distorsionado esta premisa elemental, la de acatar el estado de derecho, que hay quienes no cumplen con algún ordenamiento porque lo consideran “injusto” para ellos. Y razonan: “Si considero que tal ley, me es injusta, no la cumplo”. Otro ejemplo es la incultura del fuero y del charolazo. Utilizan tal incultura, sobre todos los ricos y los encumbrados políticamente, para pasarse la ley, el Estatuto, el Reglamento, o cualquier otro ordenamiento, por el arco del triunfo. Otro ejemplo de lo mismo es hay sectores de la población que exige tener privilegios. Un ejemplo muy recurrente en estos días es la exigencia de periodistas para que se les cuide especialmente a ellos para atemperar los riesgos de su trabajo. ¿Por qué brindarles mas seguridad a ellos, por qué no a los mineros, a los trabajadores de la basura, a las amas de casa u a otros sectores? Lo correcto es que todos tengan, tengamos, seguridad.
Ello, el acatar la ley de manera pareja, nos llevará, de manera natural a practicar otro tipo de organización, por ejemplo, la de consumidores, la de protección del medio ambiente, u otros, que son campos aún vírgenes en nuestro país, aunque requieren de atención inmediata, y se estará abonando en la construcción de ciudadanía, que actualmente es como un requisito para acelerar, por medio de la organización, la transformación del país. Muchas gracias.
México D. F. a 25 de mayo del 2011.
(*) Discurso pronunciado en la Mesa Redonda titulada “Organización y Transformación Social” realizada el 25 de mayo del 2011, en el Centro de Estudios Superiores en Educación y organizada por el MTS.