JOSE ÁLVAREZ ICAZA (*)
Por José Luís Hernández Jiménez
A Heberto Castillo, a 14 años de su fallecimiento
Luego de un buen rato de frecuentarnos – en la era PMT, PMS y al principio del PRD – hasta convertirnos en amigos verdaderos, en los últimos tiempos, cada año me dio por visitarlo en su casa. Mas o menos, por la fecha de su cumpleaños, en marzo.
En una de estas, creo en el 2000, me recibió, bromista, como acostumbraba. “¡Hola Joe Louis!”. Me aplicó su abrazó favorito, una especie de candado a la cabeza. Luego me disparó: “Oye, tú no has sido diputado ¿verdad?”. “No, don Pepe”, respondí”. Y enseguida me acribilló: “¿Pues cómo le has hecho para salvarte, mano? Ya ves que nuestros legisladores, como todos los políticos, están muy echados a perder. ¡Te felicito!”. Volví a comprobar que don Pepe, tendía a resaltar el lado amable de las cosas.
Como en 1986, cuando PMT y PAN organizamos el “1er. Foro Nacional por el Sufragio Efectivo”. A la hora de iniciar tal evento, puntuales estaban todos los panistas. Y del lado de los izquierdistas (PMT, PSUM, PRT, etc) a dicha hora solo estábamos Heberto, Álvarez Icaza y un servidor. Don Pepe exclamó, respondiendo al reclamo de Pablo Emilio Madero y Bernardo Bátiz, de por qué no arribaban nuestras masas: “¡pero ya llegamos los buenos!”, les dijo.
En ese marzo del 2000 que les digo, yo había acudido a casa de don Pepe, a “echarle un ojo”, según me había pedido por teléfono, a un texto que él había dicho, en un homenaje a Heberto. Era la versión estenográfica y pretendía corregirla y decirla en otro evento. Tal escrito aún lo conservo. Si Ustedes me lo permiten, les comparto un cachito del mismo. Va:
“Muy buenas tardes, amigos y amigas muy queridos. Estamos todos unidos por el mismo aprecio, amistad, respeto y reconocimiento a Heberto Castillo, a quien tanto queremos y recordamos, con quien yo tuve el privilegio de tener una amistad enriquecedora, …él fue un extraordinario mexicano, lleno de principios y de fuerza. Cualquier cosa que se proponía Heberto, la lograba. Se preocupó por México, porque amaba a su país entrañablemente y con una creatividad extraordinaria. Lo recordamos con mucho cariño, no se cómo se le ocurrió morirse tan pronto. Estamos muy necesitados de él…Tuvo el mérito, notabilísimo, de haber iniciado a muchísima gente en acciones cívicas y políticas en las que (sin su influencia) jamás habría participado…Heberto dejó una escuela, un recuerdo imperecedero,…en muchos lugares hay estatuas, fotos, monumentos de él. Habemos miles de mexicanos que lo consideramos nuestro maestro y nuestro iniciador en cuestiones políticas. Muchos tipos como yo que no habían hecho ninguna actividad en esas cuestiones, nos iniciamos…Me da mucho gusto participar en este homenaje y comentar algunos puntos y pensamientos de su acción política, con la advertencia de estar concientes de que voy hacer el ridículo porque no es muy difícil hacerlo ¿no? Yo me imagino lo enojado que se pondría si estuviera aquí presente y me diría: “¡Que mal lo hiciste Pepe, por Dios, cómo es posible”. Bueno, pues ya me doy por regañado por Heberto que por cierto no tenia muy buen humor. Era muy crítico, muy latoso, muy perfeccionista…y en verdad quería medir a todo el mundo con ese mismo rasero y eso, en mi caso, resultaba verdaderamente difícil. Hablemos un poco del pensamiento de Heberto. Nos vamos a tardar como cinco horas nada mas. Una cosa destacaba sobre todas, su amor a México y a lo mexicano….Yo creo que se puede hablar, en política nacional, de una época prehebertista y de otra post hebertista…era capaz de crear estilos, corrientes imitadoras de su actividad siempre fresca, transparente, bien intencionada, de buena fe, renovadora, revitalizadora. Atributos que hoy hacen falta en la política mexicana. Los estoy viendo a ustedes, a la inmensa mayoría los conozco y se que no estarían en este camino si Heberto no nos hubiera empujado y gracias a Dios ya están ahora en este lío; y sus beneficios y consecuencias los padecemos todos con el mismo cariño que él lo hacía. Heberto era estudioso, con una memoria, una inteligencia y una creatividad notables. Parecía un tipo de esos de un nuevo mundo, un Miguel Ángel, un Leonardo, uno de esos artistas que eran poetas, científicos, intelectuales y, al mismo tiempo, Heberto era tan sencillo, tan llano, tan próximo. Bueno, pues él era así. Cuando yo iba a una cena con Heberto, porque era muy comelón, tenia un excelente gusto para los restaurantes…Y en mi trato con él, jamás le encontré una mentira, una duda, un miedo,…era arrojado en todo lo que emprendía, como el PMT, un Partido chiquito pero absolutamente encantador, los sábados al mediodía, en Bucareli 20, los esperábamos con entusiasmo verdadero porque eran 3 horas de enseñanza política extraordinaria pues aportaba luces a muchos de nosotros y de repente se muere, es lo único que le critico a Heberto ¿cómo se le ocurrió morirse?, pero dejó una huella imperecedera que muchos tratamos de llenar todos los días…Yo fui muy amigo de Heberto. No crean que se me pasó la mano con el elogio. Me siento apenado de haberlo hecho tan mal, porque Heberto era un tipo difícil de presentar…”.
Hasta aquí, el cachito del discurso aquel de don Pepe.
Bueno pues para el 2008, en lo que sería su cumpleaños número 87, no pude ir a verlo. Creo que su enfermedad avanzaba pues Luzma me dijo que iban a salir fuera de la Ciudad de México, que requería descansar.
Pero ocurrió un acontecimiento, grave, que sacudió al DF y al país, y a mi me permitió tener a la mano, otro tema para mis mamotretos. (No están ustedes para saberlo, ni yo para contarlo, pero desde 1974, cada semana publico un articulo semanal. Es otro de mis “jobis”. Me acuerdo bien porque fue cuando nació el PMT y en uno de sus medios me empezaron a publicar. Desde entonces he publicado en algún medio escrito y, desde hace tres años, en medios electrónicos). El tema era un operativo policiaco en la discoteca “News Divine”, en el norte de la capital del país, en el que murieron 12 jóvenes y hubo 18 heridos. El GDF, como que intentó escabullirse de su responsabilidad. Pero ¿qué creen mis estimados y estimadas? Que no contaban con la astucia de la Comisión de Derechos Humanos del DF (CDHDF), encabezada nada menos y nada más que por uno de los “hijazos de su vidaza” – como diría uno de los personajes de Los Polivoces – de don Pepe Álvarez Icaza, un individuo llamado Emilio. (Por ahí si lo ven, me lo saludan).
Y que tal Comisión, elabora y presenta a la opinión pública, un Informe sobre lo acontecido en dicho incendio. Fue un Informe digno y esclarecedor. Al GDF le dijo hasta de lo que se iba a morir. En dicho reporte, el GDF aparece como ineficaz, negligente, incapaz, irresponsable, mentiroso, cómplice, apartado del derecho y de la justicia, parcial, incoherente, abusivo, represor, tapadera e insensible. “Tiene al menos, responsabilidad ética ineludible”, concluye, de manera aplastante el texto del tal Emilio.
Y sobre eso escribí y a Emilio, en mi articulo, desde entonces, lo designé como mi “cuate”, porque con su Informe sobre el caso del incendio de la discoteca, simplemente sacó la casta e hizo honor no solo a la Comisión que preside, que presidía, sino a su mero padre, don Pepe Álvarez Icaza Manero, pionero defensor de los derechos humanos, solidario de los pueblos indios y latinoamericanos, fundador de la comunicación social y, con ello, del CENCOS,…”.
Tal artículo se lo dediqué a don Pepe y a su Luzma. Y se me ocurrió guardarlo para que cuando lo volviera a ver, poder entregárselo en propia mano.
Pero ocurrió lo que hoy todos lamentamos. Se nos murió. Y en diciembre del año pasado publiqué mi vivencia y sentir sobre ese doloroso acontecimiento:
En el jardín del Centro Nacional de Comunicación Social (CENCOS) – en la calle de Medellín 33, colonia Roma, en el DF -, el mismo que antes fue un auditorio en el que don Pepe Álvarez Icaza tantas veces organizó reuniones de solidaridad, ahora yacía tendido en su féretro, rodeado de familiares y de decenas de amistades religiosas y laicas.
Eran las doce del día del viernes 26 de noviembre del 2010. Por la mañana él había muerto de un paro cardiorrespiratorio. Dentro de 4 meses, o sea el 21 de marzo pasado, él hubiera cumplido 90 años de edad.
Apenas el jueves 18 de noviembre, en su casa, nos habíamos saludado. En un rato de lucidez (padecía alzheimer), desde el pasillo que da a la sala de su casa y en su silla de ruedas, exclamó: “¡Joe Luís!”. Luzma, su esposa, volteando a mirarme asombrada, susurró: “¡Te reconoció. Eso es raro en él. A mi me da pena que vengan sus amistades y no los reconozca!”. Luego don Pepe me preguntó: “¿Y tu hermano (Miguel Ángel), cómo está tu mamá, y Gloria (Sánchez), cómo está?”. Luego de un rato nos despedimos. ¡Por última vez!
Y ocho días después, el viernes 26, mientras transcurría la misa que se le ofrecía, yo recordaba – flanqueado a mi izquierda por el Dr. Jorge Carpizo, ex rector de la UNAM, ex Presidente de la CNDH y ex Secretario de Gobernación y, a mi derecha por don Elio Villaseñor Gómez, decano de la llamada Sociedad Civil, fundador de Equipo Pueblo y actual Director de “Iniciativa Ciudadana para la Promoción de la Cultura del Diálogo”, AC, – recordaba, decía, nuestras múltiples aventuras juntos:
Ahí mismo en CENCOS, pero en 1984, luego de terminar, con doña Rosario Ibarra, la elaboración de un desplegado sobre la organización de un Paro Cívico Nacional en el que participarían prácticamente todos los grupos de izquierda de entonces, salimos corriendo don Pepe y un servidor, rumbo a las oficinas del Comité Nacional del PMT, del que ambos formábamos parte, él como Secretario de Organización y yo como Secretario de Relaciones Exteriores.
El texto había que presentarlo a la sesión lo antes posible. No solo se requería el visto bueno del Comité, sino que estábamos preparando la documentación para solicitar formalmente el registro electoral del Partido.
“¡Vámonos!” dijo don Pepe a su hijo Pablo, quien la hacia de nuestro chofer en esa ocasión. Subimos a su vochito gris metálico y Pablo metió a fondo el acelerador. Se nos hacia tarde. En la avenida Reforma nos dimos cuenta que nos seguían. Desde un vehículo, sus ocupantes nos hacían señas imperativas, como para que nos detuviéramos. Desde una motocicleta sus dos tripulantes, intentaban cerrarnos el paso. “¡Acelera, no te detengas!”, dijo Álvarez Icaza a su hijo. Y Pablo no se detuvo sino hasta llegar al número 20 de la calle de Bucareli, que es en donde estaban las oficinas del Partido. Hasta ahí nos siguieron nuestros perseguidores.
Don Pepe me pidió el documento. “¡Córrele!”, me gritó. Bajamos del vehículo y subimos corriendo las escalinatas del edificio pues, para colmo, ese día no servía el elevador. Quién sabe por qué pero antes de perder de vista la entrada del edificio, volteé y noté que al mismo tiempo que Pablo arrancó, para estacionarse mas adelante, nuestros perseguidores fueron tras él. Regresé a la entrada a cerciorarme del destino del hijo de don Pepe. Ví que aquellos lo estaban abordando con bruscos ademanes.
Corrí hacia las escalinatas. Subí los seis pisos que se requerían, para arribar a las oficinas. Interrumpí al Comité que ya sesionaba con don Pepe, informando lo que había visto, sobre el riesgo que, a mi parecer, Pablo corría. “No te preocupes Joe Luis, él sabe qué hacer”, dijo don Pepe. Cuando intentaron proseguir la sesión, se escucharon gritos despavoridos que provenían de las escalinatas del edificio. “¡Es Pablo, es Pablo!”, les dije.
Heberto Castillo y don Pepe salieron corriendo del cubículo que ocupábamos. Los demás les seguimos. Pese a ser los mas “viejitos”, ellos bajaban mas rápido las escalinatas que el resto. En la planta baja del edificio, alcanzamos a ver la escena: cuatro individuos, cargaban a Pablo, uno de cada extremidad, mientras aquel seguía gritando, impotente, como desaforado.
Cuando llegaron a la calle, los alcanzamos. Ahí conocí la otra cara de don Pepe. Como que su cuerpo creció. Su rostro se puso rojo de ira. Empezó a manotear hacia aquellos individuos. Y les empezó a gritar todo tipo de palabras, incluidos insultos. Les reclamaba el por qué de ese trato a su hijo. Los empujaba, casi los golpeaba. Aparecieron otros. Parecía que iban a agredir a Álvarez Icaza cuando se interpuso Heberto. Y conocí también la otra cara del ingeniero Castillo. “¡A ver golpeénme a mi, golpéenme, soy Heberto Castillo!”, les gritó.
Se empezó a juntar mucha gente. En su mayoría eran voceadores de los periódicos Excelsior y El Universal, y se pusieron de nuestro lado.
Una mujer alta, rubia, muy guapa, se acercó e hizo señas a los agresores. Al parecer eran agentes y ella era su jefa. Se alejaron. Los voceadores les chiflaron y gritaron mentadas.
Nosotros optamos por irnos en marcha por la avenida Bucareli, hacia la Secretaría de Gobernación. El contingente era largo, pues los voceadores nos acompañaban. Al llegar nos atendió el Subsecretario y Coronel Jorge Carrillo Olea. Al salir, luego de que tal funcionario nos prometiera garantías, en los patios de la Secretaría estaban los agresores, ¡ahí trabajaban! y…el resto es otra historia.
De este tipo de “aventuras”, y de cuando recorríamos el país organizando el Partido, hospedándonos siempre en casas parroquiales merced, a sus buena relaciones con integrantes de la Iglesia Católica (es curioso: al acompañar a Demetrio Vallejo, nos quedábamos a dormir en estaciones de ferrocarril. Al acompañar a Heberto Castillo, nos hospedábamos en casas de compañeros del Partido), vividas con don Pepe, me estaba acordando, cuando acudí a despedirlo, en su velorio, en el jardín del CENCOS y ahí estaba Pablo, acompañando a su señora madre, Luzma, y a sus ocho carnalas y cinco carnales, a despedir a su papá, don Pepe Álvarez Icaza.
Pues sí, traté a uno (bueno, a varios) de los grandes personajes de este país, es el caso de José Álvarez Icaza Manero. ¿Recuerdan ustedes una proclama que, en una calcomanía, se pegó en las puertas de las casas habitación de gran parte del país, allá por los años 60´s, que decía “¡Cristianismo sí, Comunismo No!”? La inventó don Pepe. Luego cambió de camiseta y se pasó del lado de “los buenos”. “Aunque los buenos, los izquierdistas, son muy ineficientes mano”, solía comentar. Cambio y fuera. Muchas gracias.
México D. F. a 4 de abril de 2011.
(*) Palabras pronunciadas en el Homenaje a Pepe Álvarez Icaza, y a Heberto Castillo, en Jalapa, en el Colegio de Periodistas de Veracruz, el lunes 4 de abril del 2011. Evento organizado por profesores normalistas y universitarios de esa entidad agrupados en el Foro Permanente “Hebertro Castillo” y en la Facultad de Sociología de la Universidad Veracruzana.