Fidel Castro: La Humanidad corre peligro por seguridad alimentaria, hay que salvarla ya

La Humanidad hay que empezar a salvarla ya

Texto Introductorio del Comandante en Jefe Fidel Castro al debate con
los intelectuales realizado el martes 15 de febrero de 2011 en el
Palacio de las Convenciones.

Supe que varios intelectuales prestigiosos, y amigos sinceros de Cuba,
visitaron nuestra Capital para participar en la XX Feria Internacional
del Libro de La Habana.

Esa Feria es una de las modestas cosas buenas que hemos impulsado. Los
libros y las ideas que ustedes elaboran y promueven han sido fuentes
de aliento y esperanza; gracias a ellos, conocemos lo que vale el
injerto del talento y la bondad. Sus nombres se familiarizan y se
repiten a lo largo de la vida durante años, que siempre nos parecen breves.

Entre los factores que amenazan al mundo están las guerras. Los
científicos  han sido capaces de poner en manos del hombre colosales
energías,  que han servido entre otras cosas para crear un instrumento
autodestructivo y cruel como el arma nuclear.

Los intelectuales pueden quizás prestar un enorme servicio a la
humanidad. No se trataría de salvarla en términos de milenios, tal vez
ni siquiera en términos de siglos.  El problema es que nuestra especie
se encuentra ante problemas nuevos, y no aprendió siquiera a sobrevivir.

Si logramos que los intelectuales comprendan el riesgo que estamos
viviendo en este momento, en que la respuesta no se puede posponer,
tal vez logren persuadir a las criaturas más autosuficientes e
incapaces que han existido nunca: nosotros, los políticos.

¿Cómo?

Me correspondió hace casi 20 años la desagradable tarea de advertir al
mundo, en la Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y
Desarrollo, que nuestra especie estaba en peligro de extinción.

Lo razoné entonces, aunque el peligro no era inminente como ahora, se
me escuchó con atención, aunque tal vez sería mejor decir que con benevolencia.

Hubo aplausos. Un tipo se había percatado de eso. Los súper poderosos
allí reunidos se dieron cuenta de que era cierto, pero un problema que
ellos, desde luego, se ocuparían de resolver en los siglos que tenían
por delante.

La cara sonriente de Bush padre, y la monumental mole del Canciller
alemán Helmut Kohl, marchando con rapidez por un ancho pasillo, al
frente del grupo después de la foto final, propiciaba la impresión de
que nada podía perturbar el feliz sosiego de nuestro espléndido mundo.

Tan tonto como los demás mortales, quedé con la idea de que tal vez
había exagerado.

Han pasado solo 19 años y hoy veo cosas perturbadoras que ya están
sucediendo y no admiten dilación alguna.

Más vale parecer locos que serlo y no parecerlo. Si pensamos que
estamos ya a un paso del abismo y nuestro cálculo no fuera exacto,
ningún daño haríamos a la humanidad. Cuando nos acercamos ya a los 7
mil millones de habitantes, no es cuestión de ponerse a filosofar
sobre Malthus y las posibilidades de la soya, el trigo y el maíz
genéticamente modificado.

Los norteamericanos, que en eso son los más avanzados, saben bien cual
es el tope de sus posibilidades.

Es hora ya de prestar atención a los ecologistas y los científicos
como Lester Brown, la máxima autoridad mundial en esa materia y la
producción de alimentos.

Pensadores eminentes ven con claridad que el sistema capitalista
desarrollado marcha hacia un desastre inevitable. Nadie habría sido
capaz de prever las nuevas situaciones que se van creando a lo largo
del camino, y en nada se niega sino, por el contrario, se confirman
las crisis que nos convirtieron en revolucionarios. Ahora no se trata
de la inevitabilidad del cambio de la sociedad, sino del derecho de la
especie a una vida diferente por la cual no hemos dejado de luchar.

Ni siquiera entre las religiones que postulan el Apocalipsis, una idea
en la que creen muchos, nadie que yo sepa sugirió que sería este
milenio y mucho menos este siglo.

He meditado mucho estos días en los sucesos que están teniendo lugar y
les ruego hagan lo mismo, sin temor alguno de solicitarles un esfuerzo inútil.

Tengo el hábito de leer cuanto análisis de ecologistas y científicos
prestigiosos llega a mis manos.

Ayer, cuando meditaba sobre lo ocurrido en Túnez y Egipto, me llamó la
atención un artículo recién publicado de Paul Krugman, escritor
renombrado y economista serio, cuyos análisis sobre las medidas de
Roosevelt a raíz de la Gran Depresión y la guerra, reflejaban un
especial conocimiento de la economía en Estados Unidos y el papel
desempeñado por el autor del New Deal. No es marxista ni socialista.
Recibió el Premio Nobel de Economía en el año 2008. Vean lo que
escribió sobre la crisis de los alimentos, la persona tal vez más
autorizada para hacerlo.

Sequías, inundaciones y alimentos

PAUL KRUGMAN 13/02/2011

Estamos en mitad de una crisis alimentaria mundial (la segunda en tres
años). Los precios mundiales de los alimentos batieron un récord en
enero, impulsados por los enormes aumentos de los precios del trigo,
el maíz, el azúcar y los aceites. Estos precios desorbitados solo han
tenido un efecto limitado en la inflación estadounidense, que sigue
siendo baja desde un punto de vista histórico, pero están teniendo un
impacto brutal para los pobres del mundo, que gastan gran parte o
incluso la mayoría de sus ingresos en alimentos básicos.

Las consecuencias de esta crisis alimentaria van mucho más allá de la
economía. Después de todo, la gran pregunta acerca de los
levantamientos contra los regímenes corruptos y opresivos en Oriente
Próximo no es tanto por qué se están produciendo como por qué se están
produciendo ahora. Y hay pocas dudas de que el hecho de que el precio
de la comida esté por las nubes ha sido un desencadenante importante
de la cólera popular.

¿Y qué hay detrás del repunte de los precios? La derecha
estadounidense (y la china) culpa a las políticas del dinero fácil de
la Reserva Federal, y hay al menos un experto que afirma que hay
“sangre en las manos de Bernanke”. Mientras tanto, el presidente
francés Nicolas Sarkozy culpa a los especuladores y les acusa de
“extorsión y pillaje”.

Pero las pruebas cuentan una historia diferente, mucho más siniestra.
Aunque hay varios factores que han contribuido a la drástica subida de
los precios de los alimentos, el que realmente sobresale es la medida
en que los acontecimientos meteorológicos adversos han alterado la
producción agrícola. Y estos acontecimientos meteorológicos adversos
son exactamente la clase de cosas que uno esperaría ver a medida que
el aumento de las concentraciones de los gases de efecto invernadero
cambie el clima (lo que significa que la actual subida del precio de
la comida podría ser solo el principio).

Ahora bien, hasta cierto punto, el vertiginoso ascenso de los precios
de los alimentos forma parte de un encarecimiento general de los
productos básicos: los precios de muchas materias primas, que abarcan
todo el espectro desde el aluminio hasta el zinc, han estado subiendo
rápidamente desde principios de 2009, principalmente debido al
acelerado crecimiento industrial en los mercados emergentes.

Pero la relación entre el crecimiento industrial y la demanda está
mucho más clara en el caso del cobre, por ejemplo, que en el de los
alimentos. Excepto en los países muy pobres, el aumento de la renta no
tiene un gran efecto en la cantidad que come la gente.

Es cierto que el crecimiento en algunos países emergentes como China
conduce a un aumento del consumo de carne y, por tanto, a un
incremento de la demanda de pienso para los animales. También es
cierto que las materias primas agrícolas, especialmente el algodón,
compiten por la tierra y otros recursos con los cultivos destinados a
la alimentación (como también lo hace la producción subvencionada de
etanol, que consume muchísimo maíz). De modo que tanto el crecimiento
económico como las malas políticas energéticas han contribuido en
cierta medida al repentino encarecimiento de la comida.

Aun así, los precios de los alimentos iban a la zaga de los precios de
otros productos básicos hasta el verano pasado. Entonces llegó el
azote del tiempo.

Fíjense en el caso del trigo, cuyo precio casi se ha duplicado desde
el verano. La causa inmediata del repunte del precio del trigo es
evidente: la producción mundial ha caído en picado. La mayor parte del
declive de dicha producción, según los datos del Departamento de
Agricultura de EE UU, es el reflejo de una drástica bajada en la
antigua Unión Soviética. Y sabemos a qué se debe eso: una ola de calor
y una sequía sin precedentes, que elevaron las temperaturas de Moscú
por encima de los 38 grados por primera vez en la historia.

La ola de calor rusa solo ha sido uno de los muchos acontecimientos
meteorológicos extremos recientes, desde la sequía de Brasil hasta las
inundaciones de proporciones bíblicas de Australia, que han mermado la
producción mundial de alimentos.

La pregunta, por tanto, pasa a ser qué hay detrás de estas condiciones
meteorológicas extremas. Hasta cierto punto, estamos viendo las
consecuencias de un fenómeno natural, La Niña, un acontecimiento
periódico en el que el agua del Pacífico ecuatorial se enfría más de
lo normal. Y los fenómenos de La Niña se han relacionado
históricamente con crisis alimentarias mundiales, entre ellas, las
crisis de 2007 y 2008.

Pero la historia no termina ahí. No se dejen engañar por la nieve: en
conjunto, 2010 está vinculado con 2005 por ser el año más cálido del
que se tienen registros, aun cuando nos encontrábamos en un periodo de
actividad solar mínima y La Niña fue un factor de enfriamiento durante
la segunda mitad del año. Los récords de temperatura no solo se
batieron en Rusia, sino en al menos 19 países, que representan una
quinta parte de la superficie terrestre del planeta. Y tanto las
sequías como las inundaciones son consecuencias naturales de un mundo
que se calienta: las sequías porque hace más calor, las inundaciones
porque los océanos más calientes liberan más vapor de agua.

Como siempre, no es posible atribuir ningún acontecimiento
meteorológico concreto a los gases de efecto invernadero. Pero el
patrón que estamos viendo, con máximos extremos y en general un tiempo
extremo que se vuelve mucho más habitual, es justo lo que uno
esperaría del cambio climático.

Por supuesto, los sospechosos habituales se pondrán como locos ante
las insinuaciones de que el calentamiento global pueda tener algo que
ver con la crisis alimentaria; quienes insisten en que Ben Bernanke
tiene las manos manchadas de sangre suelen ser más o menos los mismos
que insisten en que el consenso científico sobre el clima es el
reflejo de una descomunal conspiración de la izquierda.

Pero las pruebas indican, de hecho, que lo que estamos viviendo ahora
es un adelanto de la alteración, económica y política, a la que nos
enfrentaremos en un mundo recalentado. Y dada nuestra incapacidad para
actuar frente a los gases de efecto invernadero, se avecinan muchas
más cosas, y mucho peores. –

 Han pasado casi 19 años de la Cumbre de Río de Janeiro y tenemos el
problema delante. Allí estábamos planteando esos problemas, sin
imaginarnos que el fin de la especie puede ser dentro de un siglo o de
decenios, si antes no se produce una guerra.

El aumento de los precios de los alimentos agravará de inmediato sin
ninguna duda la situación política  internacional.  Si como
consecuencia de todo esto se agravan los problemas, me pregunto:
¿debemos ignorarlos?

Me gustaría que sobre este tema se centrara nuestro debate.

La Humanidad hay que empezar a salvarla ya.

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