Reflexiones de Fidel Castro: Encuentro con el Presidente brasileño Lula

El último encuentro con Lula

(El líder de la Revolución Cubana afirmó que guardará un imborrable
recuerdo de su última reunión con el Presidente de Brasil, con quien
conversara durante su más reciente visita oficial a la Isla. Fidel
agrega que Lula conoce desde hace muchos años que en nuestro país
jamás se torturó a nadie, jamás se ordenó el asesinato de un
adversario, jamás se mintió al pueblo. Tiene la seguridad de que la
verdad es compañera inseparable de sus amigos cubanos)

Lo conocí en Managua en julio de 1980, hace 30 años, durante la
conmemoración del primer aniversario de la Revolución Sandinista,
gracias a mis contactos con los partidarios de la Teología de la
Liberación, que se iniciaron en Chile cuando en el año 1971 visité al
presidente Allende.

Por Frei Betto sabía quién era Lula, un líder obrero en el que los
cristianos de izquierda ponían desde temprano sus esperanzas.

Se trataba de un humilde obrero de la industria metalúrgica que se
destacaba por su inteligencia y prestigio entre los sindicatos, en la
gran nación que emergía de las tinieblas de la dictadura militar
impuesta por el imperio yanki, en la década del 60.

Las relaciones de Brasil con Cuba habían sido excelentes hasta que el
poder dominante en el hemisferio, las hizo sucumbir.  Pasaron décadas
desde entonces hasta que volviesen lentamente a ser lo que son hoy.

Cada país vivió su historia. Nuestra Patria soportó inusitadas
presiones en las etapas increíbles vividas desde 1959, en su lucha
frente a las agresiones del más poderoso imperio que ha existido en la
historia.

Por ello, tiene para nosotros una enorme trascendencia la reunión que
se acaba de efectuar en Cancún y la decisión de crear una Comunidad de
Estados de América Latina y el Caribe. Ningún otro hecho institucional
de nuestro hemisferio durante el último siglo refleja similar trascendencia.

El acuerdo se alcanza en medio de la más grave crisis económica que ha
tenido lugar en el mundo globalizado, coincidiendo con el mayor
peligro de catástrofe ecológica de nuestra especie y a la vez con el
terremoto que destruyó a Puerto Príncipe, capital de Haití, el más
doloroso desastre humano de la historia de nuestro hemisferio, en el
país más pobre del continente y el  primero donde se erradicó la esclavitud.

Cuando escribía esta Reflexión, a sólo seis semanas  de la muerte de
más de doscientas mil personas de acuerdo a cifras oficiales en aquel
país, llegaron noticias dramáticas de los daños causados por otro
sismo en Chile, que ocasionó la muerte de personas cuyo número  se
acerca ya a mil, según cifras de las autoridades, y enormes daños
materiales. Conmovían especialmente las imágenes de los sufrimientos
de millones de chilenos afectados material o emocionalmente por aquel
golpe cruel de la naturaleza. Chile, afortunadamente, es un país con
más experiencia frente a ese tipo de fenómeno, mucho más desarrollado
económicamente y con más recursos. De no haber contado con
infraestructuras y edificaciones más sólidas, un incalculable número
de personas, tal vez decenas o incluso cientos de miles de chilenos,
habrían perecido. Se habla de dos millones de damnificados y posibles
pérdidas que oscilan entre 15 y 30 mil millones de dólares. En su
tragedia cuenta también con la solidaridad y las simpatías de los
pueblos, entre ellos el nuestro, aunque dado el tipo de cooperación
que necesita es poco lo que puede hacer Cuba, cuyo gobierno fue uno de
los primeros en expresar al de Chile sus sentimientos de solidaridad,
cuando las comunicaciones estaban aún colapsadas.

El país que hoy pone a prueba la capacidad del mundo para enfrentar el
cambio climático y garantizar la supervivencia de la especie humana es
sin duda Haití, por constituir un símbolo de la pobreza que hoy
padecen miles de millones de personas en el mundo, incluida una parte
importante de los pueblos de nuestro continente.

Lo ocurrido en Chile con el terremoto de la increíble intensidad de
8,8 en la escala de Richter, aunque afortunadamente a más profundidad
que el que destruyó Puerto Príncipe, me obliga a enfatizar la
importancia y el deber de estimular los pasos de unidad logrados en
Cancún, aunque no me hago ilusiones sobre lo difícil y compleja que
será nuestra lucha de ideas frente al esfuerzo del imperio y sus
aliados dentro y fuera de nuestros países por frustrar la tarea
unitaria e independentista de nuestros pueblos.

Deseo dejar constancia escrita de la importancia y el simbolismo que
para mí tuvo la visita y el último encuentro con Lula, desde el punto
de vista personal y revolucionario. Él dijo que, próximo ya a
finalizar su mandato, deseaba visitar a su amigo Fidel; calificativo
honroso que recibí de su parte. Creo conocerlo bien. No pocas veces
conversamos fraternalmente dentro y fuera de Cuba.

Una vez tuve el honor de visitarlo en su casa, situada en un modesto
barrio de Sao Paulo, donde residía con su familia. Fue para mí un
emotivo encuentro con él, su esposa y sus hijos. No olvidaré nunca la
atmósfera familiar y sana de aquel hogar, y el sincero afecto con que
lo abordaban sus vecinos, cuando Lula era ya un prestigioso líder
obrero y político. Nadie sabía entonces si llegaría o no a la
Presidencia de Brasil, pues los intereses y fuerzas que se le oponían
eran muy grandes, pero me agradaba hablar con él. A Lula tampoco le
importaba mucho el cargo;  le satisfacía, sobre todo, el placer de
luchar y lo hacía con intachable modestia; que demostró sobradamente
cuando, habiendo sido vencido tres veces por sus poderosos
adversarios, sólo accedió a permitir la postulación del Partido de los
Trabajadores en una cuarta ocasión por fuerte presión de sus más
sinceros amigos.

No intentaré hacer recuento de las veces que hablamos antes de que lo
eligieran Presidente;  una de ellas, entre las primeras, fue a
mediados de la década de los 80 cuando luchábamos en La Habana contra
la deuda externa de América Latina, que entonces ascendía a 300 mil
millones de dólares y había sido más de una vez pagada. Es un luchador nato.

Tres veces, como dije, sus adversarios, apoyados en enormes recursos
económicos y mediáticos, lo derrotaron en las urnas. Sus más cercanos
colaboradores y amigos sabíamos sin embargo que había llegado la hora
de que aquel humilde obrero fuese el candidato del Partido de los
Trabajadores y de las fuerzas de izquierda.

Con seguridad sus oponentes lo subestimaron, pensaron que no podría
contar con mayoría alguna en el órgano legislativo. No existía ya la
URSS. ¿Qué podía significar Lula al frente de Brasil, una nación de
grandes riquezas, pero de escaso desarrollo en manos de una burguesía
rica e influyente?

Sin embargo, el neoliberalismo entraba en crisis, la Revolución
Bolivariana había triunfado en Venezuela, Menem estaba en caída
vertical, Pinochet había desaparecido de la escena y Cuba resistía.
Pero Lula es electo cuando Bush triunfa fraudulentamente en Estados
Unidos, despojando a su rival Al Gore de la victoria.

Se iniciaba una etapa difícil. Impulsar la carrera armamentista y con
ella el papel del Complejo Militar Industrial, y reducir los impuestos
a los sectores ricos, fueron los primeros pasos del nuevo Presidente
de Estados Unidos.

Con el pretexto de la lucha contra el terrorismo, reinició las guerras
de conquista e institucionalizó el asesinato y las torturas como
instrumento de dominio imperialista. Son impublicables los hechos
relacionados con las cárceles secretas, que delataban la complicidad
de los aliados de Estados Unidos con esa política. De este modo, se
aceleró la peor crisis económica de las que en forma cíclica y
creciente acompañan al capitalismo desarrollado, pero esta vez con los
privilegios de Bretton Woods y sin ninguno de sus compromisos.

Brasil, por su parte, en los últimos ocho años bajo la dirección de
Lula, vencía obstáculos, incrementaba su desarrollo tecnológico, y
potenciaba el peso de la economía brasileña. La parte más difícil fue
su primer período, pero tuvo éxito y ganó experiencia. Con su
incansable batallar, serenidad, sangre fría y creciente consagración a
la tarea, en condiciones internacionales tan difíciles, Brasil alcanzó
un PIB que se aproxima a los  dos millones de millones de dólares.
Los datos varían según las fuentes, pero todas lo sitúan entre las 10
mayores economías del mundo. A pesar de eso, con una superficie de 8
millones 524 mil kilómetros cuadrados, frente a Estados Unidos, que
apenas posee algo más de territorio, Brasil sólo alcanza
aproximadamente el 12% del Producto Interno Bruto de ese país
imperialista que saquea al mundo y despliega sus fuerzas armadas en
más de mil bases militares de todo el planeta.

Tuve el privilegio de asistir a su toma de posesión a fines del 2002.
También estuvo Hugo Chávez, que acababa de enfrentar el golpe de
Estado traidor del 11 de abril de ese año, y posteriormente el golpe
petrolero organizado por Washington. Ya Bush era Presidente. Las
relaciones entre Brasil, la República Bolivariana y Cuba siempre
fueron buenas y de mutuo respeto.

Yo tuve un accidente serio en octubre del 2004, que limitó seriamente
mis actividades durante meses, y enfermé gravemente a fines de julio
del 2006, en virtud de lo cual no vacilé en delegar mis funciones al
frente del Partido y del Estado en la proclama del 31 de julio de ese
año, con carácter provisional, al que pronto le asigné carácter
definitivo cuando comprendí que no estaría en condiciones de asumirlas
nuevamente.

En cuanto la gravedad de mi salud me permitió estudiar y meditar, me
consagré a eso y a revisar materiales de nuestra Revolución, y de vez
en cuando a publicar algunas Reflexiones.

Después que enfermé he tenido el privilegio de ser visitado por Lula
cuantas veces ha viajado a nuestra Patria y de conversar ampliamente
con él. No diré que siempre coincidí con toda su política. Soy, por
principio, opuesto a la producción de biocombustible a partir de
productos que puedan ser utilizados como alimentos, consciente de que
el hambre es y podrá ser cada vez más una gran tragedia para la humanidad.

Este sin embargo –lo expreso con toda franqueza — no es un
problema creado por Brasil y mucho menos por Lula. Forma parte
inseparable de la economía mundial impuesta por el imperialismo y sus
aliados ricos que, subsidiando sus producciones agrícolas, protegen
sus mercados internos y compiten en el mercado mundial con las
exportaciones alimentarias de los países del Tercer Mundo, obligados a
importar en cambio los artículos industriales producidos con las
materias primas y los recursos energéticos de ellos mismos que
heredaron la pobreza de siglos de colonialismo. Comprendo
perfectamente que Brasil no tenía otra alternativa, frente a la
competencia desleal y los subsidios de Estados Unidos y Europa, que
incrementar la producción de etanol.

La tasa de mortalidad infantil todavía en Brasil es de 23,3 por cada
mil nacidos vivos y la materna de 110 por cada 100 mil partos,
mientras en los países industrializados y ricos es menos de 5 y 15
respectivamente. Otros muchos datos similares podrían citarse.

El azúcar de remolacha, subsidiada por Europa, arrebató a nuestro país
el mercado azucarero, derivado de la caña de azúcar, trabajo agrícola
e industrial precario y eventual que mantenía en el desempleo gran
parte del tiempo a los trabajadores azucareros. Estados Unidos por su
parte, se apoderó también de nuestras mejores tierras y sus empresas
eran dueñas de la industria. Un día, abruptamente, nos despojaron de
la cuota azucarera y bloquearon a nuestro país para aplastar la
Revolución y la independencia de Cuba.

Hoy Brasil ha desarrollado el cultivo de la caña de azúcar, la soya y
el maíz con máquinas de alto rendimiento que pueden emplearse en esos
cultivos con altísima productividad. Cuando un día observé la
filmación de una extensión de 40 mil hectáreas de tierra en Ciego de
Ávila dedicada al cultivo de soya en rotación con maíz donde se
tratará de laborar durante todo el año, exclamé: es el ideal de una
empresa agrícola socialista, altamente mecanizada con elevada
productividad por hombre y por hectárea.

Los problemas de la agricultura y sus instalaciones en el Caribe son
los huracanes que, en número creciente, arrasan su territorio.

También nuestro país ha elaborado y firmado con Brasil la financiación
y construcción de un modernísimo puerto en el Mariel, que será de
enorme importancia para nuestra economía.

En Venezuela están utilizando la tecnología agrícola e industrial
brasileña para producir azúcar y utilizar el bagazo como fuente de
energía termoeléctrica. Son equipos de avanzada que laboran en una
empresa también socialista. En la República Bolivariana utilizan el
etanol para mejorar el efecto ambientalmente nocivo de la gasolina.

El capitalismo desarrolló las sociedades de consumo y también el
derroche de combustible que engendró el riesgo de un dramático cambio
climático. La naturaleza tardó 400 millones de años en crear lo que
nuestra especie está consumiendo en apenas dos siglos. La ciencia no
ha resuelto todavía el problema de la energía que sustituirá a la que
hoy genera el petróleo;  nadie sabe cuánto tiempo requerirá y cuánto
costaría resolverlo a tiempo. ¿Dispondrá de él?  Eso fue lo que se
discutió en Copenhague y la Cumbre resultó un fracaso total.

Lula me contó que cuando el etanol cuesta un 70% del valor de la
gasolina, ya no es negocio producirlo. Expresó que disponiendo Brasil
del mayor bosque del planeta, reducirá progresivamente la tala actual
en un 80%.

Hoy posee la mayor tecnología del mundo para perforar en el mar, y
puede extraer combustible situado a una profundidad de siete mil
metros de agua y fondo marino. Hace 30 años habría parecido historia
de ciencia ficción.

Explicó los programas educacionales de alto nivel que Brasil se
propone llevar adelante. Valora altamente el papel de China en la
esfera mundial. Declaró con orgullo que el intercambio comercial con
ese país se eleva a 40 mil millones de dólares.

Una cosa es indiscutible:  el obrero metalúrgico se ha convertido
actualmente en un estadista destacado y prestigioso cuya voz se
escucha con respeto en todas las reuniones internacionales.

Está orgulloso por haber recibido el honor de los Juegos Olímpicos
para Brasil en el 2016 en virtud del excelente programa presentado en
Dinamarca. Será sede también del Mundial de Fútbol en el 2014. Todo ha
sido fruto de los proyectos presentados por Brasil, que superaron a
los de sus competidores.

Una gran prueba de su desinterés fue la renuncia a buscar la
reelección, y confía en que el Partido de los Trabajadores continuará
gobernando a Brasil.

Algunos envidiosos de su prestigio y de su gloria, y peor aún, los que
están al servicio del imperio, lo criticaron por visitar Cuba.
Utilizaron para ello las viles calumnias que desde hace medio siglo se
usan contra Cuba.

Lula conoce desde hace muchos años que en nuestro país jamás se
torturó a nadie, jamás se ordenó el asesinato de un adversario, jamás
se mintió al pueblo. Tiene la seguridad de que la verdad es compañera
inseparable de sus amigos cubanos.

De Cuba partió rumbo a nuestro vecino Haití. A él le informamos
nuestras ideas sobre lo que proponemos con relación a un programa
sostenible, eficiente, especialmente importante y muy económico para
Haití. Conoce que más de cien mil haitianos fueron atendidos por
nuestros médicos y los graduados de la Escuela Latinoamericana de
Medicina después del terremoto. Hablamos cosas serias, conozco sus
ardientes deseos de ayudar a ese noble y sufrido pueblo.

Guardaré un imborrable recuerdo de mi último encuentro con el
Presidente de Brasil y no vacilo en proclamarlo.

Fidel Castro Ruz
Marzo 1 de 2010

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