La historia no puede ser ignorada
(El líder de la Revolución Cubana a propósito de conmemorarse el
pasado primero de octubre el 60º Aniversario de la República Popular
China, denuncia la política injerencista que históricamente ha
mantenido los Estados Unidos contra esa nación y reproduce ideas
esenciales del discurso de Hu Jintao, el cual calificó como respuestas
lapidarias a la política belicista y amenazante del imperio)
El pasado primero de octubre se conmemoró el 60º Aniversario de la
República Popular China.
Ese día histórico de 1949, Mao Zedong, como líder del Partido
Comunista de China, presidió en la Plaza de Tiananmen el primer
desfile del Ejército Popular y del pueblo de China. Los soldados
victoriosos portaban las armas arrebatadas en combate a invasores,
oligarcas y traidores a su patria.
Juventud Rebelde. – Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos, una de las
potencias que menos pérdidas materiales sufrió en la contienda,
monopolizaba el arma nuclear, más del 80% del oro del mundo y
disfrutaba de un considerable desarrollo industrial y agrícola.
La Revolución victoriosa en un país inmenso como China, en el año 1949
alimentó la esperanza de gran número de países colonizados, muchos de
los cuales no tardarían en sacudir el yugo impuesto.
Lenin había previsto la fase imperialista del capitalismo desarrollado
y el papel que correspondería en la historia del mundo a la lucha de
los países colonizados. El triunfo de la Revolución China confirmaba
aquella previsión.
La República Popular de Corea fue creada en el año 1948. En la primera
conmemoración de la victoria china estaban presentes los
representantes de la URSS, que aportó más de 20 millones de vidas a la
batalla contra el fascismo; los de la República Popular de Corea, que
había sido ocupada por Japón, y los combatientes vietnamitas que,
después de luchar contra los japoneses, se enfrentaban heroicamente al
intento francés de colonizar nuevamente Viet Nam con apoyo de Estados Unidos.
Nadie había imaginado entonces que menos de cuatro años después de
aquella memorable fecha, sin ningún otro vínculo que el de las ideas,
en la lejana Cuba se produciría el ataque al Cuartel Moncada el 26 de
Julio de 1953, y apenas nueve años después de la liberación de China
triunfaría la Revolución Cubana a 90 millas de la metrópoli imperialista.
Es a la luz de estos acontecimientos que observé con particular
interés la conmemoración del 60º Aniversario de la Revolución China.
Se conoce de nuestra amistad con ese país de milenaria cultura, la más
antigua de las civilizaciones conocidas por el hombre.
En el siglo XIX, decenas de miles de ciudadanos chinos fueron
enviados a nuestro país como semi esclavos, engañados por los
mercaderes ingleses. Muchos de ellos se incorporaron al Ejército
Libertador y lucharon por nuestra independencia. Nuestros vínculos con
China parten, sin embargo, de las ideas marxistas que inspiraron a la
Revolución Cubana y fueron capaces de atravesar las pruebas difíciles
de la división entre los dos grandes Estados socialistas, que tanto
daño ocasionó al movimiento revolucionario mundial.
En los días difíciles de la desaparición de la URSS, tanto China, como
Viet Nam, Laos y Corea mantuvieron sus relaciones fraternales y
solidarias con Cuba. Eran los únicos cuatro países que junto a Cuba
mantuvieron en alto las banderas del socialismo en los días oscuros en
que Estados Unidos, la OTAN, el Fondo Monetario y el Banco Mundial
imponían el neoliberalismo y el saqueo del mundo.
La historia no puede ser ignorada. A pesar de la enorme contribución
del pueblo de China y la estrategia política y militar de Mao en la
lucha contra el fascismo japonés, Estados Unidos ignoró y aisló al
gobierno del país más habitado del planeta y lo privó del derecho a
participar en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas;
interpuso su escuadra para impedir la liberación de Taiwán, una isla
que pertenece a China; apoyó y suministró los restos de un ejército
cuyo jefe había traicionado todos los acuerdos suscritos en la lucha
contra los invasores japoneses en el transcurso de la Segunda Guerra
Mundial. Taiwán recibió y recibe todavía el más moderno armamento de
la industria bélica norteamericana.
Estados Unidos no solo privó a China de sus legítimos derechos:
intervino en el conflicto interno de Corea, envió sus fuerzas que al
frente de una coalición militar avanzaron desafiantes hacia las
proximidades de los puntos vitales de ese gran país, y amenazó con
emplear las armas nucleares contra China, cuyo pueblo tanto contribuyó
a la derrota del Japón.
El Partido y el pueblo heroico de China no vacilaron ante las groseras
amenazas. Cientos de miles de combatientes voluntarios chinos en
enérgico contraataque, hicieron retroceder a las fuerzas yankis hasta
los límites actuales de las dos Coreas. Cientos de miles de valerosos
luchadores internacionalistas chinos y un número igual de patriotas
coreanos murieron o fueron heridos en aquella sangrienta guerra. Más
tarde el imperio yanki mató a millones de vietnamitas.
El 1º de octubre de 1949, al proclamarse la República Popular, China
no poseía armas nucleares ni la avanzada tecnología militar que hoy
dispone, con las cuales no amenaza a ningún otro país.
¿Qué diría ahora Occidente? La gran prensa de Estados Unidos fue, en
general, hostil. Sus principales órganos escritos titulaban sus
editoriales con frases como: “…poco interés por la ideología”, “…un
espectáculo de poder”, “China comunista celebra los 60 años con Show Militar.”
Sin embargo, no fue posible ignorar la lucha. A través de todos los
medios se reiteraba la idea de que era una demostración de poderío.
Las noticias sobre todo se centraban en las imágenes del desfile militar.
No ocultaban su admiración por la amplia divulgación del desfile que
la televisión china ofreció a la opinión pública internacional.
No pasó inadvertido, sino más bien fue motivo de asombro el hecho de
que China presentara 52 nuevos tipos de armamentos, entre ellos la
última generación de carros de combate, vehículos anfibios, radares,
aviones de exploración y equipos sofisticados de comunicación.
Los medios de prensa resaltaban la presencia de los cohetes
intercontinentales DF-31, capaces de golpear con cabezas nucleares
blancos situados a 10 mil kilómetros de distancia, así como los
cohetes de alcance medio y las defensas anticoheteriles.
Los 151 aviones caza, los bombarderos pesados, medios modernos de
observación aérea y helicópteros sorprendieron a los ávidos buscadores
de noticias y técnicos militares. “El ejército chino posee ahora la
mayoría de las armas sofisticadas que forman parte de los arsenales de
los países occidentales”, fue una declaración del Ministro de Defensa
chino que la prensa occidental destacó.
Los 500 vehículos blindados y las 60 carrozas civiles que desfilaron
frente al mausoleo causaron un profundo impacto.
La avanzada tecnología era una prueba irrefutable de la capacidad
militar desarrollada, que hace unos decenios partió de cero. Lo
insuperable era el factor humano. Ningún país occidental desarrollado
podría alcanzar el nivel de precisión y organización mostrado por
China ese día. Con cierto desdén se habló de oficiales y soldados
marchando a 115 pasos de ganso por minuto.
Las distintas fuerzas que por allí desfilaron, hombres o mujeres, lo
hicieron con porte y elegancia insuperables. Cualquiera podría negarse
a creer que miles de seres humanos fueran capaces de alcanzar una
organización tan perfecta. Tanto los que marchaban a pie como los que
desfilaban en sus vehículos pasaron delante de la tribuna y saludaban
con precisión, orden y marcialidad difíciles de alcanzar.
Si tales cualidades parecían fruto de la disciplina militar y del
rigor de las prácticas, más de 150 mil ciudadanos de la enorme colmena
humana de civiles, hombres y mujeres jóvenes en su inmensa mayoría,
sorprendieron por su capacidad de alcanzar masivamente el nivel de
organización y perfección logrado por sus compatriotas armados.
El inicio de la conmemoración, y el saludo a las tropas por el Jefe de
Estado y Secretario General del Partido Comunista, fue una ceremonia
impresionante. Se pudo apreciar una enorme identificación entre la
dirección y el pueblo.
El discurso de Hu Jintao fue breve y preciso. En sólo menos de 10
minutos expresó muchas ideas. Ese día superó a Barack Obama en la
capacidad de síntesis. Representa cuando habla a casi cinco veces más
población que el Presidente de Estados Unidos. No tiene que cerrar
centros de torturas, no está en guerra con ningún otro Estado, no
envía sus soldados a más de 10 mil kilómetros de distancia para
intervenir y matar con sofisticados medios de guerra, no posee cientos
de bases militares en otros países ni poderosas flotas que surcan
todos los océanos; no debe millones de millones de dólares, y en medio
de una colosal crisis financiera internacional ofrece al mundo la
cooperación de un país cuya economía no está en recesión y crece a
elevados ritmos.
Ideas esenciales transmitidas por el Presidente de China:
“El día de hoy de hace sesenta años, tras más de cien años de batallas
sangrientas libradas desde el inicio de la historia contemporánea, el
pueblo chino logró, por fin, la gran victoria de la revolución china y
el presidente Mao Zedong proclamó aquí mismo, ante el mundo, la
fundación de la República Popular China, lo que permitió al pueblo
chino ponerse en pie desde entonces y que la nación china, que tiene
una historia de civilización de más de 5.000 años, entrara en una
nueva era de desarrollo y progreso.”
“El desarrollo y progreso logrado en los sesenta años de la Nueva
China ha mostrado plenamente que sólo el socialismo puede salvar a
China y que solamente la reforma y apertura puede permitir el
desarrollo de China, del socialismo y del marxismo. El pueblo chino
tiene la confianza y la capacidad para construir bien su país y
realizar sus debidas contribuciones al mundo.”
“Nos adheriremos firmemente a los principios de reunificación pacífica…”
“…continuaremos trabajando, junto con los diversos pueblos del mundo,
para impulsar la noble causa de la paz y el desarrollo de la humanidad
y la construcción de un mundo armónico basado en la paz duradera y la
prosperidad común.”
“La historia nos ha indicado que el camino de avance nunca es llano,
pero que un pueblo unido que toma el destino en sus propias manos
vencerá, sin ninguna duda, todas las dificultades, creando
continuamente grandes epopeyas históricas.”
Son respuestas lapidarias a la política belicista y amenazante del imperio.
Fidel Castro Ruz
Octubre 6 de 2009