(tomado de Granma, lunes, 7 de septiembre de 2009)
Reflexiones de Fidel Castro:
La doble traición de la Philips
Estados Unidos es el mayor propietario de patentes en el mundo. Ha
robado cerebros de todos los países, desarrollados o en desarrollo,
que realizan investigaciones en numerosas esferas, desde la producción
de armas de exterminio masivo hasta las de medicamentos y equipos
médicos. Por ello el bloqueo económico y tecnológico no es algo que
sirva solo de pretexto para culpar al imperio por las dificultades propias.
La salud pública es uno de los campos en que nuestro país avanzó más,
a pesar de que Estados Unidos sustrajo casi el 50 por ciento de los
médicos graduados en la única universidad de Cuba, que ascendían a más
de 5 000, muchos de los cuales carecían de empleo.
En esa área se escribió una de las más hermosas páginas de cooperación
internacional de la Revolución Cubana, iniciada con el grupo de
médicos que se envió a la recién independizada Argelia, hace casi
medio siglo. Aquella política no cesó, y en ese campo tan humano
nuestro país goza de reconocimiento universal.
Nadie suponga que fue tarea fácil. Estados Unidos hizo lo posible por
evitarlo. Durante el tiempo transcurrido realizó el máximo esfuerzo
por sabotearla. Aplicó contra Cuba todas las variantes posibles de su
criminal bloqueo económico que, más adelante, en virtud de la Ley
Helms Burton, adquirió carácter extraterritorial durante la
administración de Bill Clinton.
Cuando el campo socialista se derrumbó, y meses después su principal
baluarte, la Unión Soviética, se desintegra, Cuba decidió seguir
luchando. Ya entonces nuestro pueblo había adquirido un alto nivel de
conciencia y cultura política.
En 1992, Hugo Chávez dirige el levantamiento militar contra el
gobierno oligárquico burgués del pacto de Punto Fijo, que durante más
de tres décadas había saqueado a la patria de Bolívar. Sufre prisión
como nosotros. Visita a Cuba en 1994 y años después, con pleno apoyo
de su pueblo, alcanza la presidencia e inicia la Revolución Bolivariana.
El pueblo de Venezuela, igual que el de Cuba, tuvo que enfrentar
pronto la hostilidad de Estados Unidos, que programó el golpe de
Estado fascista del 2002, derrotado por el pueblo y los militares
revolucionarios. Meses después sobrevino el golpe petrolero, que fue
el momento más difícil, en el cual brillaron de nuevo el líder, el
pueblo y los militares venezolanos. Chávez y Venezuela nos brindaron
toda la solidaridad en pleno Período Especial, y nosotros les
brindamos la nuestra.
Ya entonces nuestro país contaba con no menos de 60 mil médicos
especializados, más de 150 mil maestros experimentados y un pueblo que
había escrito brillantes páginas internacionalistas. Después del golpe
petrolero comenzó el río de nuestros colaboradores para los programas
de educación y salud, y cooperaron con la Revolución Bolivariana en
uno de los más profundos y rápidos programas sociales que se haya
llevado a cabo en algún país del Tercer Mundo.
Cito estos antecedentes porque son indispensables para enjuiciar la
perfidia del imperialismo, y comprender el tema que abordo hoy: la
claudicación y la traición a Cuba y Venezuela de quien fuera una
conocida y relativamente prestigiosa multinacional europea: la
transnacional holandesa Philips, especializada en la fabricación de
equipos médicos.
Sobre el tema escribí una Reflexión hace dos años, el 14 de julio de
2007, pero no quise mencionar su nombre. Tenía todavía esperanza de
que rectificara.
Habíamos cooperado con el pueblo de Venezuela para crear uno de los
mejores sistemas de salud. Allí han prestado sus servicios decenas de
miles de médicos especializados y otros profesionales cubanos de la
salud. El presidente Hugo Chávez, satisfecho con el trabajo de los
primeros contingentes que viajaron a Venezuela para laborar en Barrio
Adentro —un programa destinado a llevar los servicios de salud a las
zonas urbanas y agrícolas más pobres del país—, en una de sus visitas
a Cuba nos solicitó la creación de un programa que pudiera beneficiar
a todos los sectores de la población venezolana de clase pobre, media
o rica. Surgieron así los Centros Diagnósticos de Alta Tecnología;
estos complementarían la tarea de los 600 Centros de Diagnóstico
Integral que, como policlínicos de amplios servicios, con sus
laboratorios y equipos, apoyarían a los consultorios de Barrio
Adentro. Un número elevado de centros de rehabilitación asumirían la
humana tarea de enfrentar cualquier tipo de incapacidad física o motora.
En virtud de esa solicitud del Presidente, adquirimos los equipos
pertinentes para 27 Centros Diagnósticos de Alta Tecnología,
distribuidos en los 24 Estados venezolanos, tres de los cuales por su
elevada población llevan dos de ellos.
Es norma nuestra contratar siempre el equipamiento médico con las
firmas más prestigiosas y avanzadas a nivel mundial. Procuramos
incluso que en los suministros de los equipos más complejos participen
por lo menos dos de las firmas más especializadas.
De este modo, los equipos más sofisticados y costosos de imagenología,
como el Tomógrafo Computarizado Multicorte, la Resonancia Nuclear
Magnética, el Ultrasonido Diagnóstico y otros similares fueron
adquiridos a la firma alemana Siemens y a la holandesa Philips.
Ninguna de las dos produce desde luego todos los equipos, pero sí
algunos de los más complejos y sofisticados. Ambas debían competir en
calidad y precio. Adquirimos medios diagnóstico de las dos firmas para
Venezuela y para Cuba, donde desarrollábamos un plan similar de
servicios médicos, que en los años de pleno Período Especial había
recibido muy pocos recursos.
En más de 10 especialidades diferentes adquirimos equipos de ambas
firmas para los servicios de los dos países. No señalaré los de la
firma alemana Siemens, que cumplió sus compromisos. Me limitaré a
Philips; esta suministró equipos para 12 especialidades en las que
compartió con la otra firma los más importantes y costosos: 15
Tomógrafos de 40 cortes, 28 de Resonancia Magnética Nuclear de 0,23
tesla, 8 Mesas Telecomando para Urología, 37 Ultrasonidos Diagnósticos
3D, 2 Angiógrafos de Neurología, 2 Angiógrafos de Cardiología, 2
Polígrafos, 1 Cámara Gamma de doble cabezal, 3 Cámaras Gamma de simple
cabezal, 250 Rayos X móviles, 1 200 Monitores no invasivos y 2 000
Monitores Desfibriladores.
En total 3 553 equipos con un valor de 72 millones 762 mil 694 dólares.
Personalmente participé en las negociaciones de estas compras con las
dos firmas.
Los precios discutidos equipo por equipo implicaban importantes
reducciones de precio, puesto que se compraban al contado y en
cantidades elevadas, uniendo los destinados a Cuba y Venezuela. De
otra forma no podrían adquirirse con la urgencia que se requerían,
especialmente en ese país, dadas las necesidades acumuladas en los
sectores más pobres de su población total, que rebasaba ya los 27
millones de personas.
Estaban destinados los más complejos a los Centros de Alta Tecnología,
los menos complejos y abundantes a los Centros Diagnósticos de Barrio
Adentro, aunque no eran los únicos a utilizar en esos centros. Casi
todos se adquirieron a principios del 2006.
Enfermé gravemente a fines de julio de ese año. La Philips suministró
piezas hasta fines del 2006. En el 2007 se detuvo totalmente: ni una
sola fue suministrada.
En el mes de marzo de ese año se envió una representación cubana a
Brasil, donde estaba la sede de la oficina principal de la firma
Philips para América Latina que negoció con Cuba. Comenzaron a
explicar sus dificultades. El gobierno de Bush les había exigido la
información pormenorizada de los equipos suministrados a Cuba por la
firma, alegando que algunos de ellos contenían programas y en
ocasiones componentes de patente yanki, y la Philips había entregado
la información solicitada acerca de los adquiridos a esa firma para
Cuba y Venezuela. Nunca había surgido con ella el menor problema.
El jefe de la Philips en Brasil le dijo textualmente a la
representación cubana: «Hay una intransigencia brutal del Gobierno de
Estados Unidos en relación a las regulaciones de equipos y las
solicitudes de permisos con respecto a Cuba.»
«Yo sé que el problema afecta el plan del Comandante. Nuestra
organización está afectada y amenazada. Todas nuestras organizaciones
tienen mucho miedo». De inmediato repite: «tienen mucho miedo».
Añadieron finalmente que ellos querían cooperar y buscarían fórmulas.
A mediados de julio de 2007, en una llamada Conferencia de la Casa
Blanca sobre las Américas, Bush, la Secretaria de Estado y otros
líderes del Gobierno de Estados Unidos «hablaron hasta por los codos»,
según anunciaba la AP, sobre educación y salud. Parecía irreal.
Prometían repartir salud por América Latina.
Pusieron énfasis en el Confort, un viejo portaaviones convertido,
según él, en «el mayor barco hospital del mundo», que visitaría por 10
días cada país de este hemisferio al Sur de Estados Unidos. Ese era su
programa de salud. Lo que no dijo es que estaba saboteando en
Venezuela el programa de salud más serio que se había propuesto nunca
en un país del Tercer Mundo.
A pesar de la coincidencia en fecha no quise abordar directamente en
ese momento el problema de la Philips. Esta había prometido en marzo
resolver el problema. Tenía todavía esperanza de que rectificara.
Me limité a escribir en esa misma Reflexión: «El problema es que
Estados Unidos no puede hacer lo que hace Cuba. En cambio, presiona
brutalmente a firmas productoras de excelentes equipos médicos
suministrados a nuestro país, para impedir que repongan determinados
programas computarizados o alguna pieza de repuesto que tienen
patentes de Estados Unidos. Puedo citar casos concretos y el nombre de
las firmas. Es repugnante… »
A pesar de la solemne promesa de la Philips a Cuba, transcurrió el
resto del año 2007, los 12 meses del 2008 y casi la mitad del 2009 sin
que una sola pieza de los equipos llegara de esa firma.
En junio de 2009, después de pagar una multa de 100 mil euros al
Gobierno de Barack Obama, no muy apartado de las normas de su ilustre
predecesor, la Philips se dignó comunicar que pronto suministrarían
las piezas de sus equipos a Cuba.
Nadie en cambio ha resarcido a los cubanos, ni a los pacientes
venezolanos de nuestros médicos de Barrio Adentro y de los que acuden
a los Centros Diagnósticos de Alta Tecnología, por el daño humano ocasionado.
Como es lógico, no hemos adquirido un solo equipo más de la Philips
desde la última compra a principios de 2006.
Por otro lado, hemos cooperado con Venezuela en la compra de cientos
de millones de dólares de equipos médicos para su red nacional de
salud, en un variado surtido de equipos sofisticados de alta
tecnología procedentes de otras firmas europeas con prestigio, y
también japonesas. Deseaba creer que esa firma haría un esfuerzo por cumplir.
Venezuela posee así en su red hospitalaria estatal modernísimos
equipos; las más ricas clínicas privadas solo podrían adquirir algunos
de ellos. Todo lo demás dependerá ahora de la eficiencia que el país
pueda alcanzar en sus servicios. El Presidente de Venezuela está
seriamente interesado en lograr ese objetivo. Estimo que haría muy
bien si mitiga el hábito venezolano de adquirir equipos médicos
norteamericanos, no por su calidad, que es buena, aunque con normas
menos exigentes que las de Europa, sino por la entraña de la política
de ese país, capaz de bloquear el suministro de piezas como hizo con Cuba.
Desde luego que a los Centros de Diagnóstico de Venezuela, los de Alta
Tecnología y otros atendidos por nuestros médicos, hemos enviado
equipos de marcas reconocidas en el mundo como las mejores en su
especialidad como Siemens, Carl Zeiss, Drager, SMS, Schwind, Topcon,
Nihon Kohden, Olympus y otras de Europa y Japón, algunas de las cuales
se fundaron hace más de 100 años.
Ahora que la Patria de Bolívar, a la que Martí pidió servir, está más
amenazada que nunca por el imperialismo, la organización, el trabajo y
la eficiencia de nuestro esfuerzo deben ser mayores que nunca, y no
solo en el sector de la salud, sino también en todos los campos de
nuestra cooperación.
Fidel Castro Ruz
Septiembre 6 de 2009