Juventud Rebelde, jueves, 6 de agosto de 2009)
Reflexiones de Fidel Castro
Siete puñales en el corazón de América
(El líder de la Revolución Cubana advierte de los riesgos que por la
política de Estados Unidos corren los pueblos del planeta,
especialmente los vecinos al Sur de ese país hegemónico. Sobre el
peligro que significa el incremento de las bases militares
estadounidenses en Colombia, expresa: «No se arma Venezuela contra el
pueblo hermano de Colombia, se arma contra el imperio, que intentó
destruir ya la Revolución y hoy pretende instalar en las proximidades
de la frontera venezolana sus armas sofisticadas»)
Leo y releo datos y artículos elaborados por personalidades
inteligentes, conocidas o poco conocidas, que escriben en diversos
medios y toman la información de fuentes no cuestionadas por nadie.
Los pueblos que habitan el planeta, en todas partes, corren riesgos
económicos, ambientales y bélicos, derivados de la política de Estados
Unidos, pero en ninguna otra región de la tierra se ven amenazados por
tan graves problemas como sus vecinos, los pueblos ubicados en este
continente al Sur de ese país hegemónico.
La presencia de tan poderoso imperio, que en todos los continentes y
océanos dispone de bases militares, portaaviones y submarinos
nucleares, buques de guerra modernos y aviones de combate
sofisticados, portadores de todo tipo de armas, cientos de miles de
soldados, cuyo gobierno reclama para ellos impunidad absoluta,
constituye el más importante dolor de cabeza de cualquier gobierno,
sea de izquierda, centro o derecha, aliado o no de Estados Unidos.
El problema, para los que somos vecinos suyos, no es que allí se hable
otro idioma y sea una nación diferente. Hay norteamericanos de todos
los colores y todos los orígenes. Son personas iguales que nosotros y
capaces de cualquier sentimiento en un sentido u otro. Lo dramático es
el sistema que allí se ha desarrollado e impuesto a todos. Tal sistema
no es nuevo en cuanto al uso de la fuerza y los métodos de dominio que
han prevalecido a lo largo de la historia. Lo nuevo es la época que
vivimos. Abordar el asunto desde puntos de vista tradicionales es un
error y no ayuda a nadie. Leer y conocer lo que piensan los defensores
del sistema ilustra mucho, porque significa estar conscientes de la
naturaleza de un sistema que se apoya en la constante apelación al
egoísmo y los instintos más primarios de las personas.
De no existir la convicción del valor de la conciencia, y su capacidad
de prevalecer sobre los instintos, no se podría expresar siquiera la
esperanza de cambio en cualquier período de la brevísima historia del
hombre. Tampoco podrían comprenderse los terribles obstáculos que se
levantan para los diferentes líderes políticos en las naciones
latinoamericanas o iberoamericanas del hemisferio. En último término,
los pueblos que vivían en esta área del planeta desde hace decenas de
miles de años, hasta el famoso descubrimiento de América, no tenían
nada de latinos, de ibéricos o de europeos; sus rasgos eran más
parecidos a los asiáticos, de donde procedieron sus antepasados. Hoy
los vemos en los rostros de los indios de México, Centroamérica,
Venezuela, Colombia, Ecuador, Brasil, Perú, Bolivia, Paraguay y Chile,
un país donde los araucanos escribieron páginas imborrables. En
determinadas zonas de Canadá y en Alaska conservan sus raíces
indígenas con toda la pureza posible. Pero en el territorio principal
de Estados Unidos, gran parte de los antiguos pobladores fueron
exterminados por los conquistadores blancos.
Como conoce todo el mundo, millones de africanos fueron arrancados de
sus tierras para trabajar como esclavos en este hemisferio. En algunas
naciones como Haití y gran parte de las islas del Caribe, sus
descendientes constituyen la mayoría de la población. En otros países
forman amplios sectores. En Estados Unidos los descendientes de
africanos constituyen decenas de millones de ciudadanos que, como
norma, son los más pobres y discriminados.
A lo largo de siglos esa nación reclamó derechos privilegiados sobre
nuestro continente. En los años de Martí trató de imponer una moneda
única basada en el oro, un metal cuyo valor ha sido el más constante a
lo largo de la historia. El comercio internacional, por lo general, se
basaba en él. Hoy ni siquiera eso. Desde los años de Nixon, el
comercio mundial se instrumentó con el billete de papel impreso por
Estados Unidos: el dólar, una divisa que hoy vale alrededor de 27
veces menos que en los inicios de la década del 70, una de las tantas
formas de dominar y estafar al resto del mundo. Hoy, sin embargo,
otras divisas están sustituyendo al dólar en el comercio internacional
y en las reservas de monedas convertibles.
Si por un lado las divisas del imperio se devalúan, en cambio sus
reservas de fuerzas militares crecen. La ciencia y la tecnología más
moderna, monopolizada por la superpotencia, han sido derivadas en
grado considerable hacia el desarrollo de las armas. Actualmente no se
habla solo de miles de proyectiles nucleares, o del poder destructivo
moderno de las armas convencionales; se habla de aviones sin pilotos,
tripulados por autómatas. No se trata de simple fantasía. Ya están
siendo usadas algunas naves aéreas de ese tipo en Afganistán y otros
puntos. Informes recientes señalan que en un futuro relativamente
próximo, en el 2020, mucho antes de que el casquete de la Antártida se
derrita, el imperio, entre sus 2 500 aviones de guerra, proyecta
disponer de 1 100 aviones de combate F-35 y F-22, en sus versiones de
caza y bombarderos de la quinta generación. Para tener una idea de ese
potencial, baste decir que los que disponen en la base de Soto Cano,
en Honduras, para el entrenamiento de pilotos de ese país son F-5; los
que suministraron a las fuerzas aéreas de Venezuela antes de Chávez, a
Chile y otros países, eran pequeñas escuadrillas de F-16.
Más importante todavía, el imperio proyecta que en el transcurso de 30
años todos los aviones de combate de Estados Unidos, desde los cazas
hasta los bombarderos pesados y los aviones cisterna, serán tripulados
por robots.
Ese poderío militar no es una necesidad del mundo, es una necesidad
del sistema económico que el imperio le impone al mundo.
Cualquiera puede comprender que si los autómatas pueden sustituir a
los pilotos de combate, también pueden sustituir a los obreros en
muchas fábricas. Los acuerdos de libre comercio que el imperio trata
de imponer a los países de este hemisferio implican que sus
trabajadores tendrán que competir con la tecnología avanzada y los
robots de la industria yanki.
Los robots no hacen huelgas, son obedientes y disciplinados. Hemos
visto por la televisión máquinas que recogen las manzanas y otras
frutas. La pregunta cabe hacerla también a los trabajadores
norteamericanos. ¿Dónde estarán los puestos de trabajo? ¿Cuál es el
futuro que el capitalismo sin fronteras, en su fase avanzada del
desarrollo, asigna a los ciudadanos?
A la luz de esta y otras realidades, los gobernantes de los países de
UNASUR, MERCOSUR, Grupo de Río y otros, no pueden dejar de analizar la
justísima pregunta venezolana: ¿qué sentido tienen las bases militares
y navales que Estados Unidos quiere establecer alrededor de Venezuela
y en el corazón de Suramérica? Recuerdo que hace varios años, cuando
entre Colombia y Venezuela, dos naciones hermanadas por la geografía y
por la historia, las relaciones se volvieron peligrosamente tensas,
Cuba promovió calladamente importantes pasos de paz entre ambos
países. Nunca los cubanos estimularemos la guerra entre países
hermanos. La experiencia histórica, el destino manifiesto proclamado y
aplicado por Estados Unidos, y la endeblez de las acusaciones contra
Venezuela de suministrar armas a las FARC, asociadas a las
negociaciones con el propósito de conceder siete puntos de su
territorio para uso aéreo y naval de las Fuerzas Armadas de Estados
Unidos, obligan ineludiblemente a Venezuela a invertir en armas,
recursos que podían emplearse en la economía, los programas sociales y
la cooperación con otros países del área con menos desarrollo y
recursos. No se arma Venezuela contra el pueblo hermano de Colombia,
se arma contra el imperio, que intentó destruir ya la Revolución y hoy
pretende instalar en las proximidades de la frontera venezolana sus
armas sofisticadas.
Sería un error grave pensar que la amenaza es solo contra Venezuela;
va dirigida a todos los países del Sur del continente. Ninguno podrá
eludir el tema y así lo han declarado varios de ellos.
Las generaciones presentes y futuras juzgarán a sus líderes por la
conducta que adopten en este momento. No se trata solo de Estados
Unidos, sino de Estados Unidos y el sistema. ¿Qué ofrece? ¿Qué busca?
Ofrece el ALCA, es decir, la ruina anticipada de todos nuestros
países, libre tránsito de bienes y de capital, pero no libre tránsito
de personas. Experimentan ahora el temor de que la sociedad opulenta y
consumista sea inundada de latinos pobres, indios, negros y mulatos o
blancos sin empleo en sus propios países. Devuelven a todos los que
cometen faltas o sobran. Los matan muchas veces antes de entrar, o los
retornan como rebaños cuando no los necesitan; 12 millones de
inmigrantes latinoamericanos o caribeños son ilegales en Estados
Unidos. Una nueva economía ha surgido en nuestros países,
especialmente los más pequeños y pobres: la de las remesas. Cuando hay
crisis, ésta golpea sobre todo a los inmigrantes y a sus familiares.
Padres e hijos son cruelmente separados a veces para siempre. Si el
inmigrante está en edad militar, le otorgan la posibilidad de
enrolarse para combatir a miles de kilómetros de distancia, “en nombre
de la libertad y la democracia”. Al regreso, si no mueren, les
conceden el derecho a ser ciudadanos de Estados Unidos. Como están
bien entrenados les ofrecen la posibilidad de contratarlos no como
soldados oficiales, pero sí como civiles soldados de las empresas
privadas que prestan servicios en las guerras imperiales de conquista.
Existen otros gravísimos peligros. Constantemente llegan noticias de
los emigrantes mexicanos y de otros países de nuestra área que mueren
intentando cruzar la actual frontera de México y Estados Unidos. La
cuota de víctimas cada año supera con creces la totalidad de los que
perdieron la vida en los casi 28 años de existencia del famoso muro de Berlín.
Lo más increíble todavía es que apenas circula por el mundo la noticia
de una guerra que cuesta en este momento miles de vidas por año. Han
muerto ya, en el 2009, más mexicanos que los soldados norteamericanos
que murieron en la guerra de Bush contra Irak a lo largo de toda su
administración.
La guerra en México ha sido desatada a causa del mayor mercado de
drogas que existe en el mundo: el de Estados Unidos. Pero dentro de su
territorio no existe una guerra entre la policía y las fuerzas armadas
de Estados Unidos luchando contra los narcotraficantes. La guerra ha
sido exportada a México y Centroamérica, pero especialmente al país
azteca, más cercano al territorio de Estados Unidos. Las imágenes que
se divulgan por la televisión, de cadáveres amontonados y las noticias
que llegan de personas asesinadas en los propios salones de cirugía
donde intentaban salvarles la vida, son horribles. Ninguna de esas
imágenes procede de territorio norteamericano.
Tal ola de violencia y sangre se extiende en mayor o menor grado por
los países de Suramérica. ¿De dónde proviene el dinero sino del
infinito manantial que emerge del mercado norteamericano? A su vez, el
consumo tiende también a extenderse a los demás países del área,
causando más víctimas y más daño directo o indirecto que el SIDA, el
paludismo y otras enfermedades juntas.
Los planes imperiales de dominación van precedidos de enormes sumas
asignadas a las tareas de mentir y desinformar a la opinión pública.
Cuentan para ello con la total complicidad de la oligarquía, la
burguesía, la derecha intelectual y los medios masivos de divulgación.
Son expertos en divulgar los errores y las contradicciones de los políticos.
La suerte de la humanidad no debe quedar en manos de robots
convertidos en personas o de personas convertidas en robots.
En el año 2010, el gobierno de Estados Unidos empleará 2 200 millones
de dólares a través del Departamento de Estado y la USAID para
promover su política, 12% más que los recibidos por el gobierno de
Bush el último año de su mandato. De ellos, casi 450 millones se
destinarán a demostrar que la tiranía impuesta al mundo significa
democracia y respeto a los derechos humanos.
Apelan constantemente al instinto y al egoísmo de los seres humanos;
desprecian el valor de la educación y la conciencia. Es evidente la
resistencia demostrada por el pueblo cubano a lo largo de 50 años.
Resistir es el arma a la que no pueden renunciar jamás los pueblos;
los puertorriqueños lograron parar las maniobras militares en Vieques,
situándose en el polígono de tiro.
La patria de Bolívar es hoy el país que más les preocupa, por su papel
histórico en las luchas por la independencia de los pueblos de
América. Los cubanos que prestan allí sus servicios como especialistas
en la salud, educadores, profesores de educación física y deportes,
informática, técnicos agrícolas, y otras áreas, deben darlo todo en el
cumplimiento de sus deberes internacionalistas, para demostrar que los
pueblos pueden resistir y ser portadores de los principios más
sagrados de la sociedad humana. De lo contrario el imperio destruirá
la civilización y la propia especie.
Fidel Castro Ruz
Agosto 5 de 2009