Reflexiones de Fidel Castro:
Muere el golpe o mueren las constituciones
10 Julio 2009 Los países de América Latina luchaban contra la peor
crisis financiera de la historia dentro de un relativo orden institucional.
Cuando el Presidente de Estados Unidos Barack Obama, de viaje en Moscú
para abordar temas vitales en materia de armas nucleares, declaraba
que el único presidente constitucional de Honduras era Manuel Zelaya,
en Washington la extrema derecha y los halcones maniobraban para que
éste negociara el humillante perdón por las ilegalidades que le
atribuyen los golpistas.
Era obvio que tal acto significaría ante los suyos y ante el mundo su
desaparición de la escena política.
Está probado que cuando Zelaya anunció que regresaría el 5 de julio,
estaba decidido a cumplir su promesa de compartir con su pueblo la
brutal represión golpista.
Con el Presidente viajaban Miguel d´Escoto, presidente pro témpore de
la Asamblea General de la ONU, y Patricia Rodas, la canciller de
Honduras, así como un periodista de Telesur y otros, hasta 9 personas.
Zelaya mantuvo su decisión de aterrizar. Me consta que en pleno vuelo,
cuando se aproximaba a Tegucigalpa, se le informó desde tierra sobre
las imágenes de Telesur, en el instante que la enorme masa que lo
esperaba en el exterior del aeropuerto, estaba siendo atacada por los
militares con gases lacrimógenos y fuego de fusiles automáticos.
Su reacción inmediata fue pedir altura para denunciar los hechos por
Telesur y demandar a los jefes de aquella tropa que cesara la
represión. Después les informó que procedería al aterrizaje. El alto
mando ordenó entonces obstruir la pista. En cuestión de segundos
vehículos de transporte motorizados la obstruyeron.
Tres veces pasó el Jet Falcon, a baja altura, por encima del
aeropuerto. Los especialistas explican que el momento más tenso y
peligroso para los pilotos es cuando naves rápidas y de poco porte,
como la que conducía al Presidente, reducen la velocidad para hacer
contacto con la pista. Por eso pienso que fue audaz y valiente aquel
intento de regresar a Honduras.
Si deseaban juzgarlo por supuestos delitos constitucionales, ¿por qué
no le permitieron aterrizar?
Zelaya sabe que estaba en juego no solo la Constitución de Honduras,
sino también el derecho de los pueblos de América Latina a elegir a
sus gobernantes.
Honduras es hoy no solo un país ocupado por los golpistas, sino además
un país ocupado por las fuerzas armadas de Estados Unidos.
La base militar de Soto Cano, conocida también por su nombre de
Palmerola, ubicada a menos de 100 kilómetros de Tegucigalpa,
reactivada en 1981 bajo la administración de Ronald Reagan, fue la
utilizada por el coronel Oliver North cuando dirigió la guerra sucia
contra Nicaragua, y el Gobierno de Estados Unidos dirigió desde ese
punto los ataques contra los revolucionarios salvadoreños y
guatemaltecos que costaron decenas de miles de vidas.
Allí se encuentra la «Fuerza de Tarea Conjunta Bravo» de Estados
Unidos, compuesta por elementos de las tres armas, que ocupa el 85 por
ciento del área de la base. Eva Golinger divulga su papel en un
artículo publicado en el sitio digital Rebelión el 2 de julio de 2009,
titulado «La base militar de Estados Unidos en Honduras en el centro
del golpe». Ella explica que «la Constitución de Honduras no permite
legalmente la presencia militar extranjera en el país. Un acuerdo `de
mano’ entre Washington y Honduras autoriza la importante y estratégica
presencia de los cientos de militares estadounidenses en la base, por
un acuerdo `semi-permanente’. El acuerdo se efectuó en 1954 como parte
de la ayuda militar que Estados Unidos ofrecía a Honduras… el tercer
país más pobre del hemisferio.» Ella añade que «…el acuerdo que
permite la presencia militar de Estados Unidos en el país
centroamericano puede ser retirado sin aviso».
Soto Cano es igualmente sede de la Academia de la Aviación de
Honduras. Parte de los componentes de la fuerza de tarea militar de
Estados Unidos está integrada por soldados hondureños.
¿Cuál es el objetivo de la base militar, los aviones, los helicópteros
y la fuerza de tarea de Estados Unidos en Honduras? Sin duda que sirve
únicamente para emplearla en Centroamérica. La lucha contra el
narcotráfico no requiere de esas armas.
Si el presidente Manuel Zelaya no es reintegrado a su cargo, una ola
de golpes de Estado amenaza con barrer a muchos gobiernos de América
Latina, o quedarán éstos a merced de los militares de extrema derecha,
educados en la doctrina de seguridad de la Escuela de las Américas,
experta en torturas, la guerra psicológica y el terror. La autoridad
de muchos gobiernos civiles en Centro y Suramérica quedaría
debilitada. No están muy distantes aquellos tiempos tenebrosos. Los
militares golpistas ni siquiera le prestarían atención a la
administración civil de Estados Unidos. Puede ser muy negativo para un
presidente que, como Barack Obama, desea mejorar la imagen de ese
país. El Pentágono obedece formalmente al poder civil. Todavía las
legiones, como en Roma, no han asumido el mando del imperio.
No sería comprensible que Zelaya admita ahora maniobras dilatorias que
desgastarían las considerables fuerzas sociales que lo apoyan y solo
conducen a un irreparable desgaste.
El Presidente ilegalmente derrocado no busca el poder, pero defiende
un principio, y como dijo Martí: «Un principio justo desde el fondo de
una cueva puede más que un ejército.»
Fidel Castro Ruz
Julio 10 de 2009